sábado, 28 de abril de 2012

O silencio- Rufino Velasco

Lo primero que va a proclamar Jesús es una Buena Noticia para los pobres: «Dichosos vosotros los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios»; los pobres, que no tenían nada que decir dentro del pueblo de Israel, ten-drán mucho que decir dentro del Reino de Dios que está a punto de inaugurar en medio de su pueblo. Y a la vez tendrá una mala noticia para los ricos y poderosos del pueblo de Israel: «¡Ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo»; los ricos no necesitan el Reino de Dios, ya se consuelan con su riqueza y con el dominio que tienen sobre los pobres. A medida que transcurre la vida de Jesús, tiene que enfrentarse con los dirigentes de Israel, y, al fin, con los dirigentes del imperio, que son los que le condenan a muerte. Las primeras comunidades cristianas permanecen enfrentadas con los dirigentes tanto de Israel como del imperio porque siguen siendo fieles a lo que les enseñó Jesús por su preferencia por los más débiles y a su re-chazo a los más ricos y poderosos de su tiempo. Pero en el siglo IV se produjo un giro espectacular en la Iglesia de Jesús, por el que empezó a ser religión oficial del imperio romano, el mismo que mató a Jesús. El artífice de esta nueva actitud fue Constantino, y el «constantinismo» es el nombre que se da a este giro insospechado que se produce entre Iglesia e imperio. 1. El constantinismo Constantino es el primer emperador romano que se hizo cargo de que la actitud de enfrentamiento con la Iglesia cristiana no era buena ante todo para el imperio romano. El imperio necesitaba la energía incontenible de la Iglesia para mantenerse en pie ante los peligros que se cernían sobre un imperio decadente. Fruto de esto fue el «edicto de Milán», en que se promulgaba la tolerancia religiosa que Constantino declaraba a la Iglesia cristiana. Pronto se vio el favoritismo en que cayó el empera-dor frente a la Iglesia, y la postración en que se hundió la Iglesia frente al emperador, hasta el punto de no saberse si el imperio se eclesiastizó o la Iglesia se impe-rializó con la nueva situación. Por de pronto, lo primero que aparece es la injerencia del emperador en los asuntos internos de la Iglesia, hasta que él mismo convoca el Concilio de Nicea para arreglar los problemas eclesiásticos. El concilio de Nicea fue el primer concilio de la Iglesia que es convocado por el emperador, sin que contaran para nada los obispos ni siquiera el obispo de Roma. Los obispos se sienten muy a gusto en el palacio imperial, presididos por Constantino en el sillón dorado que estaba reservado para él, pudiendo usar para sus viajes las postas del imperio, de tal manera que los carruajes episcopales les convertían en funcionarios del Estado que habían llegado a ser por el mero hecho de participar en el concilio. En esas circunstancias, la Iglesia «recibía cartas, honores y donaciones de dinero por parte del Emperador». Durante el siglo IV la Iglesia se «imperializa» en muchas de sus pretensiones, sobre todo de sus clases dirigentes. - Los obispos se convierten en grandes señores den-tro de la Iglesia cristiana, hasta el punto de que ha podido hablarse de una cierta «faraonización» del minis-terio episcopal, de modo que se han vuelto irreconoci-bles para muchos cristianos de a pie: vestidos con un ropaje espléndido, con el palio y la estola, con el anillo, báculo y mitra, como propias «insignias» que han llega-do hasta nosotros, son el testimonio de los personajes «insignes» en que se han convertido. Así, la Iglesia de Jesús, contra su misma esencia, comienza a funcionar con aires imperiales a lo largo de toda la Edad Media. - El clero pasa a ser el protagonista en la Iglesia, y dejan de serlo las comunidades locales, como lo habían sido hasta entonces. La «jerarquía» comienza a ser una realidad consistente en sí misma, con todos los privilegios que le vienen del imperio cristiano. Como en el imperio, surgen las órdenes «clericales» y comienza la separación entre el «clero» y los «laicos», que son ya el pueblo cristiano en general. El clero se concentra cada vez más en torno al altar, y en las «basílicas», que eran hasta entonces los palacios de los emperadores, se reserva un espacio para los laicos que empiezan a ser los «asistentes» a un espectáculo en que los «celebrantes» son clérigos. 2. El «poder espiritual» y el «poder temporal» Pero hay más todavía. La reforma de Gregorio VII en el siglo XI es un paso adelante en la Iglesia «imperial»: el poder espiritual de la Iglesia está muy por encima del poder temporal de que gozan los emperadores. Toda la intención de Gregorio VII va dirigida a entender el poder espiritual de la Iglesia totalmente centrado en el papa, o, más exactamente en la «monarquía papal» a la que debe subordinarse enteramente el poder De aquí nacieron los «dictatus papae» que en sus 27 proposiciones, resumen todos poderes fundamentales del papa: la Iglesia romana, fundada por Cristo, es infalible, y, por tanto, es necesario estar de acuerdo con ella para ser considerado católico; el papa es santo automática-mente, una vez ordenado canónicamente; él es el único legislador, fuente y norma de todo derecho, juez supre-mo y universal que no puede ser juzgado por nada ni por nadie; al papa le es permitido destituir a los emperado-res; sólo él puede usar insignias imperiales; es el hombre al cual todos los príncipes besan los pies. Así pues, se trata aquí de una sublimación del papa, en virtud de su «poder espiritual», que le convierte en el mayor soberano de Occidente. No sólo tiene un poder «imperial» sobre todos los emperadores de la tierra, sino que todo el poder temporal de los mismos debe someter-se a su poder espiritual. No sólo puede utilizar «insig-nias imperiales», sino que utiliza la tiara, que usaban los persas y que consta de tres coro-nas por las que el papa desempeña una autoridad que, como papa y obispo, tiene sobre reyes y emperadores que le da el ser representante de Dios y de Cristo en toda la tierra. Por todo ello, el papa tiene «las llaves» del Reino, tanto la llave espiritual como la llave temporal, por las que puede imponerse al poder de todos los potentados de la tierra. La «plenitud de potestad» del papa alude a un poder absoluto, al cual todo está sometido en el cielo y en la tierra por la que puede considerarse como «señor de todos los bienes temporales». De este modo, el papa se convierte en el gran señor de Occidente, y llegará a cumbres insospechadas, tanto en el siglo XIII como en la época del Renacimiento. Cuando, por ejemplo, Inocencio XIII, en el siglo XIII, decía que el papa «está a medio camino entre Dios y el hombre, es menos que Dios pero más que un hombre», está expresando la conciencia de ser, sin comparación, el mayor poder de la tierra, al que debe someterse cual-quier otro poder. Así, este tipo de «monarquía papal» que comienza con Gregorio VII se prolonga a través del segundo milenio de la Iglesia hasta el siglo XX, en el cual sucede esa gran aventura eclesial: el Vaticano II. 3. Juan XXIII: «sacudirse el polvo imperial» No hay remedio mejor para huir del imperialismo en la Iglesia que acudir al Evangelio, que se convierte en «principio evangélico» contra todo el engrandecimiento por el que han pasado los jerarcas en la iglesia. Hay que bajar a ese punto en que todos coincidimos, ser «cristia-nos» sin más, por debajo de todo lo que nos diferencia. Ésta será, sin duda, la gran sacudida del polvo imperial que se ha depositado a lo largo de los siglos en la jerarquía eclesiástica. Lo que hace la Iglesia en el Concilio fue «adquirir una nueva conciencia de sí misma, la conciencia de formar parte de la historia humana como Pueblo de Dios». A pocos extrañará ya que, después se haya producido en la Iglesia una situación de «involución» y «restaura-ción» que volvió prácticamente sospechoso todo lo que había ocurrido en el Vaticano II. En sectores muy influ-yentes de la Iglesia, principalmente de la curia romana, surge muy pronto la necesidad de frenar todo lo que viniera del concilio si no se quiere asistir en poco tiem-po a una completa destrucción de la Iglesia. ¿Qué es lo que molestaba especialmente de esta gran asamblea? Molestaba muy concretamente la postura del concilio de poner en primer plano al «Pueblo de Dios» presentando a la «jerarquía» como enteramente «al servicio» del Pueblo de Dios. ¿Cómo no ver aquí esa pretensión de mantener la «monarquía papal» como centro hegemónico de la primacía sobre el mundo y sobre el poder de los gobier-nos que la minoría conciliar pensaba poder ejercer como Iglesia tal como se había pensado desde siempre, que era como decir desde el constantinismo y desde la época postridentina? Está ya de moda en la actualidad exigir para la Iglesia un protagonismo en los problemas morales y religiosos que nadie puede ocupar en lugar suyo. Es decir, la jerarquía eclesiástica y más particularmente el Vaticano, se siente llamada a ocupar en la actualidad un puesto central en la historia de la humanidad que le otorga la hegemonía en asuntos importantes, como representante que es de la hegemonía de Dios en el mundo. Hay aquí una suerte de imperialismo que le da derecho al papa, y a los demás obispos como legados suyos, a decir cosas sobre el divorcio, el aborto, o los modelos de familia que concuerdan con lo que ha ense-ñado siempre la Iglesia, que sólo ellos pueden decir «en nombre de Dios». Estoy convencido de que, tal como van las cosas, la visión imperial de la Iglesia tiene todavía mucho futuro por delante. P. Rufino Velasco - Madrid.

sábado, 21 de abril de 2012

Bispos na CNBB estão assustados com queda do nº de católicos Nos últimos 20 anos, percentagem caiu de 83,34% para 67,84%; segundo previsão do padre jesuíta Thierry Guertechin, com base em dados do IBGE, nº deve crescer ainda mais. A reportagem é de José Maria Mayrink e publicada pelo jornal O Estado de S. Paulo, 21-04-2012. Ainda na expectativa dos dados coletados pelo Censo de 2010, os 335 bispos que participam da 50ª Assembleia Geral da Conferência Nacional dos Bispos do Brasil (CNBB) estão assustados com a queda no número de católicos no País. Percentagem caiu de 83,34% para 67,84% nos últimos 20 anos. Esses números poderão ser ainda maiores segundo as informações coletadas pelo Instituto Nacional de Geografia e Estatística (IBGE), diz a previsão do padre jesuíta Thierry Lienard de Guertechin, do Instituto Brasileiro de Desenvolvimento (Ibrades), organismo vinculado à CNBB. Padre Thierry apresentou ao episcopado um quadro das religiões baseado em levantamento da Fundação Getúlio Vargas e das Pesquisas de Orçamentos Familiares do IBGE, resultado de entrevistas com 200 mil famílias realizadas antes do censo. "Com certeza, há algumas distorções que espero serem corrigidas pelas estatísticas do IBGE, que ouviu cerca de 20 milhões de brasileiros", disse o diretor Ibrades. Os dados até agora disponíveis subestimam a queda da percentagem de católicos e o crescimento de igrejas evangélicas pentecostais. "Perdemos o povo, porque, se o número absoluto de católicos cresce, caíram os números relativos, que dizem a verdade", alertou o cardeal d. Cláudio Hummes, ex-prefeito da Congregação do Clero no Vaticano e ex-arcebispo de São Paulo. "Não basta fazer uma bela teologia em pequenos grupos, se os católicos que foram batizados não são evangelizados", disse o cardeal na missa dos bispos, na manhã desta sexta-feira, na Basílica de Aparecida. Lembrando que o papa Bento XVI está preocupado com a perda da fé ou descristianização em todo o mundo, a começar pela Europa, d. Cláudio afirmou que "é preciso começar pelo começo" no esforço para garantir a perseverança dos católicos e reconquista daqueles que abandonaram a Igreja. De acordo com os dados apresentados pelo padre Thierry, os evangélicos representam 21,93% da população, enquanto 6,72% declaram não terem religião e 4,62% dizem praticar religiões alternativas. Em sua avaliação, essas porcentagens teriam de ser analisadas com mais rigor, porque refletem um quadro confuso na denominação das crenças. O termo católico aparece em sete igrejas, incluindo a Igreja Católica Romana, enquanto os evangélicos são identificados com mais de 40 denominações. O grupo mais numeroso depois dos católicos é o da Assembleia de Deus, com 5,77%. "O número de seguidores de Edir Macedo, da Igreja Universal do Reino de Deus, que aparece com 1% nas pesquisas é na realidade maior", estima padre Thierry. Ele alerta também para outro fator de distorção, que é a multiplicidade da prática religiosa, as pessoas ouvidas nas pesquisas declaram terem uma religião, mas frequentam mais de uma igreja. Isso ocorre com evangélicos e também com espíritas que se dizem católicos. A prática religiosa pelos batizados é outra coisa que preocupa dos bispos. Os católicos praticantes - aqueles que vão à missa, recebem os sacramentos e participam da comunidade - são apenas 5%, ou cerca de 7 milhões num universo estimado em pouco mais de 130 milhões de fiéis. Entre os evangélicos, a porcentagem é maior. Padre Thierry dá valor relativo ao alto índice de católicos nas últimas décadas do século XIX, quando a sua participação na população ultrapassava 99%. É bom lembrar a perseguição sofrida na época pelas religiões afro-brasileiras e os preconceitos sofridos pelos protestantes, diz o diretor do Ibrades. Ao recuar ainda mais na formação religiosa do povo brasileiro, padre Thierry lembra os cristãos-novos ou judeus convertidos à força ao catolicismo, que também eram perseguidos.

Numero de católicos no Brasil

quinta-feira, 19 de abril de 2012

EL MUNDO AL REVÉS-EDUARDO GALEANO

http://player.vimeo.com/video/7199692

Para debate, artículo de Hans Küng

Joseph Ratzinger –ahora el papa Benedicto XVI– y yo fuimos los teólogos más jóvenes en el Concilio Vaticano II de 1962 a 1965. Ahora somos los mayores y los únicos que seguimos en plena actividad. Siempre entendí que mi trabajo de teólogo estaba al servicio de la Iglesia Católica Romana. Por ello, con ocasión del quinto aniversario de la elección del papa Benedicto XVI, hago este llamado en una carta abierta. Al hacerlo, estoy motivado por mi profundo interés por la Iglesia, que ahora se encuentra en la peor crisis de credibilidad desde la reforma protestante. Por favor, disculpen el formato de una carta abierta; lamentablemente, no tengo otra manera de llegar a ustedes.
Hans Küng, presidente de la Fundación de Ética Global, envía una carta abierta a los obispos católicos del mundo.

Mis esperanzas y las de los católicos que esperan que el Papa encuentre su manera de promover una renovación de la Iglesia y un acercamiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II no han sido, lamentablemente, satisfechas. Su pontificado ha dejado pasar más oportunidades de las que ha tomado: se perdieron las oportunidades de acercamiento con las iglesias protestantes, de la reconciliación a largo plazo con los judíos, del diálogo con los musulmanes en una atmósfera de confianza mutua, de reconciliarse con los colonizados pueblos indígenas de América Latina y de dar asistencia al pueblo de África en su lucha contra el sida. Se perdió, también, la oportunidad de hacer que el espíritu del Concilio Vaticano II sea la brújula de toda la Iglesia Católica.

Este último punto, respetados obispos, es el más serio de todos. Una y otra vez, este Papa agregó calificativos a los textos conciliares y los interpretó contra el espíritu de los padres conciliares:

  • Regresó a los obispos de la tradicionalista Sociedad de Pío X a la Iglesia sin condiciones previas;
    Promueve la medieval Misa Tridentina por todos los medios posibles;
  • Rechaza poner en marcha el acercamiento con la Iglesia Anglicana, que fue presentada en documentos ecuménicos oficiales por la Comisión Internacional Anglicana-Católica Romana;
  • Ha reforzado de manera activa las fuerzas anticonciliares en la Iglesia, designando a funcionarios reaccionarios en puestos clave en la curia y designando obispos reaccionarios en todo el mundo.
  • Y, ahora, sobre estas crisis aparecen escándalos gritados al cielo: la revelación de que clérigos abusaron de miles de niños y adolescentes en todo el mundo. Para hacer las cosas peor, el manejo de estos casos dio a lugar a una crisis de liderazgo sin precedentes y al colapso de la confianza en el liderazgo de la Iglesia. Las consecuencias de la reputación de la Iglesia Católica son desastrosas. Importantes líderes del clero ya lo han admitido. Varios inocentes y comprometidos pastores y educadores están sufriendo el estigma de sospecha que ahora cubre a la Iglesia.

Ustedes, obispos, deben enfrentar la pregunta: ¿Qué le pasará a nuestra Iglesia y a sus diócesis en el futuro?No es mi intención bosquejar un nuevo programa de reforma. Solo quiero hacerles seis propuestas que, estoy seguro, son apoyadas por millones de católicos que no tienen voz en la situación actual.

No se queden callados: Haciéndolo frente a tan serios agravios, se contaminan con la culpa. Cuando crean que algunas leyes, directivas y medidas son contraproducentes, deben decirlo en público. ¡No envíe a Roma muestras de su devoción sino haga un llamado a la reforma!

Empiecen la reforma: Muchos en la Iglesia y en el episcopado se quejan de Roma, pero no hacen nada. Ya sean obispos, sacerdotes o laicos, todos pueden hacer algo para renovar la Iglesia en su propio círculo de influencia. Muchos de los grandes logros que han ocurrido en parroquias individuales y en la Iglesia en general deben su origen a la iniciativa de un individuo o de un pequeño grupo. Como obispos, deben promover y apoyar esas iniciativas, y –en especial, por la situación actual– deben responder a las justas quejas de los fieles.

Actúen en un modo colegiado: Contra la persistente oposición de la Curia, el Concilio Vaticano II decretó la colegiatura del Papa y los obispos. En la era postconciliar, sin embargo, el Papa y la Curia han ignorado este decreto. Apenas dos años después del concilio, el papa Paulo VI publicó su encíclica defendiendo la controvertida ley de celibato sin consultarle a los obispos en lo absoluto. Desde entonces, la política y el magisterio papal han seguido actuando de esa antigua e incolegiada manera. Es por ello que no deben actuar solos, sino más bien en comunidad con otros obispos y con los hombres y mujeres que constituyen la Iglesia.

La obediencia incondicional se debe solo a Dios: Aunque en su consagración episcopal tomaron un juramento de obediencia incondicional al Papa, ustedes saben que la obediencia incondicional nunca se debe a una autoridad humana; esta es solo para Dios. Por eso no deben sentirse limitados por su juramento para decir la verdad sobre la crisis actual que está enfrentando la Iglesia, sus diócesis y sus países. Presionar a las autoridades romanas con el espíritu de la fraternidad cristiana es permisible e, incluso, necesario cuando ellas fallan en cumplir con el Evangelio y su misión.

Trabajen por soluciones regionales: El Vaticano suele hacer oídos sordos a las bien fundadas demandas del episcopado, los sacerdotes y los laicos. Esta es razón suficiente para buscar sabias soluciones regionales. Como están bien al tanto, el rol del celibato –una herencia de la Edad Media– representa un problema particular delicado. En el contexto de los escándalos de abusos del clero de hoy, el celibato ha sido puesto en duda. Contra el deseo expreso de Roma, el cambio se ve apenas posible, pero esto no es razón para la resignación. Conferencias episcopales individuales pueden tomar la delantera con soluciones regionales. Sería mejor, sin embargo, buscar una solución para toda la Iglesia. Por ello:

Convoquen un concilio: Así como el logro de la reforma litúrgica, de la libertad de clero, del ecumenismo y del diálogo interreligioso necesitaron un concilio ecuménico, ahora se necesita un concilio para solucionar los problemas que se intensifican dramáticamente y que piden una reforma. En el siglo previo a la reforma protestante, el Concilio de Constanza decretó que los concilios debían efectuarse cada cinco años. Pero la curia romana logró evadir esta regla exitosamente. Por ello, depende de ustedes presionar para que se llame a un concilio o, al menos, una asamblea representativa de obispos.

Con la Iglesia en una profunda crisis, este es mi llamado, venerables obispos: pongan en uso la autoridad episcopal que fue reafirmada por el Concilio Vaticano II. En esta situación urgente, los ojos del mundo giran hacia ustedes. Innumerables personas han perdido su confianza en la Iglesia Católica. Solo reconociendo abierta y honestamente estos problemas y resolviéndolos y realizando reformas, la confianza puede ser recuperada. Con todo respeto, les pido que hagan su parte en el apostólico “sin miedo’ (Hechos 4: 29,31). Den a sus fieles signos de esperanza y estímulo y den a nuestra Iglesia la brújula para su futura dirección.

Con cálidos saludos en la comunidad de la fe cristiana,
Hans Küng




Jesùs criticò radicalmente la religiòn de su pueblo, y tambièn los cristianos deben criticar a la religiòn - en primer lugar a la suya -, porque èsta siempre tiende a alejarse del camino de Jesùs y a hacerse autònoma, dando satisfacciòn a las necesidades y a los deseos religiosos de los pueblos, pero sin referencia al Reino de Dios.

La historia del cristianismo es la historia del desarrollo de religiones llamadas cristianas y de la crìtica de esas religiones en nombre del camino de Jesùs. Hoy tenemos que ser capaces de expresar lo que Jesùs vino a traer al mundo. Si vino a convocar a la humanidad a seguir su camino, importa en primer lugar saber exactamente cuàl es ese camino que debemos mostrar. Sòlo despuès vendrà la religiòn, segùn la cultura de cada pueblo.

Coreia do Sul um catolicismo vigoroso

Coreia do Sul, o tigre asiático da Igreja
Ali os católicos aumentam numericamente a um ritmo assombroso, cada ano com muitos milhares de novos batizados adultos.
A reportagem é de Sandro Magister e está publicada no sítio italiano Chiesa, 18-04-2012. A tradução é do Cepat.
Os sete anos de pontificado de Bento XVI, completados hoje [19 de abril], estão associados, segundo a opinião habitual, a um declínio generalizado da Igreja.
Mas esta opinião se alimenta de um olhar sobre o cristianismo limitado ao velho continente, isto é, a uma Europa que, com efeito, sofre os golpes de uma crescente secularização.
De fato, basta elevar a vista que a realidade aparece diferente. No último século, a Igreja católica viveu a mais extraordinária fase de expansão missionária de sua história.
No começo do século XX, na África Subsaariana os católicos eram menos de dois milhões de fiéis. Cem anos depois eram 130 milhões.
Também em escala mundial o século XX foi para a Igreja um século de explosão numérica. De 266 milhões do século XIX, os católicos chegaram cem anos depois a ser 1,1 bilhão de fiéis. Multiplicaram-se por quatro, mais que o aumento paralelo da população mundial.
É uma expansão que não dá nenhum sinal de cansaço e que começou, no século XIX, precisamente quando na Europa a Igreja católica sofria ataques de uma cultura e de poderes fortemente hostis ao cristianismo.
Hoje, o quadro é análogo. Para a Igreja católica na Europa são anos magros, mas em outras regiões do mundo acontece o contrário.
A Coreia do Sul, por exemplo, é um país em que o catolicismo cresce a um ritmo assombroso, e precisamente entre os estratos mais ativos e “modernos” da população.
A reportagem que segue abaixo – publicada na Páscoa no Avvenire, o jornal da Conferência Episcopal da Itália – tem por autor um dos maiores especialistas das missões católicas do mundo. Ele mesmo missionário, o padre Piero Gheddo é hoje diretor, em Roma, do Escritório Histórico do Pontifício Instituto para as Missões Estrangeiras.
É autor de numerosos livros e colaborou na redação da Encíclica Redemptoris Missio, de 1990, escrita por João Paulo II.

Seul, uma Páscoa sem precedentes, por Piero Gheddo
Talvez não haja outro país no mundo que no último meio século tenha registrado um crescimento sustentado como o da Coreia do Sul, também nas conversões para Cristo.
De 1960 até 2010, os habitantes passaram de 23 milhões para 48 milhões; o ingresso per capita, de 1.300 para 19.500 dólares; os cristãos, de 2% para 30%, dos quais quase 10-11% (cinco milhões e meio), são católicos; os sacerdotes coreanos eram 250, hoje são 5.000.
Estive pela primeira vez na Coreia do Sul em 1986 com o padre Pino Cazzaniga, missionário do Pontifício Instituto para as Missões Estrangeiras no Japão, que fala o idioma coreano. Já era então uma Igreja com muitas conversões, e ainda hoje é assim.
Cada paróquia tem anualmente entre 200 a 400 batizados de convertidos do budismo. Convertem-se, sobretudo, os habitantes das cidades. Cada ano há 130-150 novos sacerdotes, um para cada 1.100 batizados. Em 2008, os católicos ultrapassaram os 10% de sulcoreanos e aumentam em cerca de 3% cada ano. Em 2009, o número dos batizados subiu para 157.000 e foram ordenados 149 sacerdotes, 21 a mais que em 2008. Mais de dois terços dos sacerdotes têm menos de 40 anos. “Nos últimos 10 anos a Igreja católica na Coreia passou de três milhões para cinco milhões de fiéis; em Seul somos 14%”, disse em uma entrevista o cardeal Nicholas Cheong Jin-suk, arcebispo de Seul.
A Igreja católica na Coreia do Sul é a que mais cresce na Ásia. Na Coreia há plena liberdade religiosa, e o secretário da Conferência Episcopal da Coreia, dom Simon E. Chen, me dizia que os coreanos manifestam uma forte propensão ao cristianismo, porque introduz a ideia de igualdade de todos os seres humanos criados pelo único Deus. Além disso, tanto católicos como protestantes participaram do movimento popular contra a ditadura militar, entre 1961 e 1987, ao passo que o confucionismo e o budismo promoviam a obediência à autoridade constituída. Mais ainda, o cristianismo é a religião de um Deus pessoa feito homem para nos salvar, ao passo que o chamanismo, o budismo e o confucionismo não são nem sequer religiões, mas sistemas de sabedoria humana e de vida. Por último, depois da guerra da Coreia entre o norte e o sul (1950-1953), graças à ajuda norte-americana, a Coreia do Sul conheceu um rapidíssimo desenvolvimento econômico, social e civil, convertendo-se totalmente em um país evoluído e também rico, no qual as antigas religiões não conseguem dar respostas aos problemas da vida moderna.
Característica da Igreja coreana é a ótima colaboração dos leigos na evangelização. A Igreja nasceu na Coreia a partir de alguns filósofos e diplomatas coreanos emigrados que se haviam convertido ao cristianismo em Pequim, e depois, ao retornar à pátria, propagaram a fé e se batizaram. De 1779 até 1836, quando chegaram os primeiros missionários franceses, os cristãos se multiplicaram, depois vieram as perseguições, mas permaneceu em pé o costume de colaborar com a Igreja. Atualmente, na Coreia, quem se converte sabe que deve comprometer-se com um dos grupos, associações ou movimentos paroquiais. Não é admitido o católico “passivo”. Em Seul, onde há mais de 200 paróquias, estive na paróquia dos salesianos de Kuro 3-Dong, em um ambiente de operários da periferia. Já em 1986, os católicos eram 9.537 sobre quase 150.000 habitantes, e os batismos de adultos convertidos eram quase 600 ao ano.
O pároco, o padre Paul Kim Bo Rok, me disse: “Na paróquia somos dois sacerdotes e quatro freiras, mas o verdadeiro trabalho missionário e de ensino religioso é feito pelos leigos, tanto nos oito cursos de catequese, em diferentes horas e para diferentes pessoas, como nos movimentos eclesiais muito ativos, especialmente a Legião de Maria. Cada ano celebramos na paróquia dois ou três ritos de batizados coletivos de adultos: cada vez os batizados são 200, 300 ou mais, depois de quase um ano de catecumenato. É pouco, mas não podemos conceder mais tempo à causa dos numerosos pedidos de ensino religioso. A formação profunda da fé se dá depois do batismo e é levada a cabo pelos movimentos eclesiais. Abraçar o cristianismo significa entrar em um grupo que te compromete a fundo, te dá normas de comportamento e de compromisso, te faz pagar as cotas de participação e te dá as orações para rezar todos os dias. Quando se entra na Igreja se aceita tudo isso. Este é o espírito coreano: ou aceitas e te comprometes ou não aceitas e vais embora”.
Segue dizendo o padre Paul: “Na Coreia a religião é algo sério e comprometido. É verdade que existe o perigo do formalismo, mas é toda a cultura do povo que se configura deste modo. Na realidade, o cristianismo é a força principal que influi na consciência pessoal, na liberdade da pessoa. Agora estão se apresentando os perigos opostos ao formalismo: o secularismo e o materialismo prático que afastam do espírito religioso. A Coreia do Sul conhece um prodigioso desenvolvimento econômico, desapareceu nela a pobreza de há 30 anos: hoje, existe para nós a passagem para a abundância e também da riqueza. Diante disso devemos reagir com uma formação cristã mais profunda e pessoal. Somos superados pela leva de conversões, por isso pedimos ao mundo cristão ao menos a ajuda da oração”.
Os batizados são administrados geralmente na Páscoa, Pentecostes e Natal. Na paróquia de Bang Rim Dong, em Kwangiù, na Páscoa de 1986 participei da Missa e do batizado de 114 adultos e seus filhos. Foi uma festa popular, com uma longa procissão de homens e mulheres, meninos e meninas vestidos de branco para receber o batismo. Houve cantos, músicas e muita alegria. Na Igreja católica coreana está em pleno desenvolvimento o programa “Evangelização 20-20”, isto é, o esforço de converter 20% dos sulcoreanos até 2020. Talvez não cheguemos a esse número, mas só o lançamento deste programa em 2008 já demonstra a fé entusiasta dos leigos batizados, porque os protagonistas são eles e todos sabem disso.
Na Páscoa deste ano, em 8 de abril, na Coreia e no mundo das missões, outras dezenas de milhares de catecúmenos ingressaram na Igreja. Não se deve ser pessimista em relação ao futuro do cristianismo e da Igreja católica. Nós, do velho continente, atravessamos um período de crise da nossa fé, mas nas jovens Igrejas a ação do Espírito Santo nos dá uma injeção de esperança e de alegria pascal.

Carta de um amigo ao Papa Joe Ratzinguer


QUARTA-FEIRA, 11 DE ABRIL DE 2012
De Leonard Swidler ao ex-colega de universidade Joseph Ratzinger, Papa Bento XVI
Via Revista Consciência.net
Caro Joe,
Alguns anos atrás, quando você ainda era o chefe do Santo Ofício (da Santa Inquisição), que se acha, como você sabe, mais calma em seu prédio sombrio justo ao lado da Praça de São Pedro, eu lhe escrevi uma carta aberta sobre o papel das mulheres na Igreja Católica. Naquela ocasião, eu me dirigi a você com um familiar “Caro Joe”, baseado em nossa relação do final dos anos 60/inícios dos anos 70, quando eu era um assíduo professor visitante na Faculdade Católica de Teologia da Universidade de Tubinga, da qual você era professor ordinário. Assim agi pensando que essa forma de tratamento poderia dizer-lhe da minha forte expectativa, de que você pudesse abrir sua mente e seu coração para escutar o que eu queria dizer-lhe. Não tenho como saber se consegui algum tipo de sucesso, se é que obtive algum, quanto àquele olhar. No entanto, com base na colegialidade anterior, trato de abordá-lo, mais uma vez, de modo fraterno.
Estou preocupado pelo fato de que, especialmente nos últimos anos, você tem dadosinais de oposição às palavras e ao espírito do Concílio Vaticano II, durante o qual você, como um jovem e influente teólogo ajudou a conduzir nossa amada Igreja Católica, da Idade Média para a Modernidade. Depois, enquanto professor da Universidade de Tubinga, nossa “Alma Mater”, você, junto com seus demais colegas da Faculdade Católica de Teologia, defendeu publicamente 1) a eleição dos bispos pelos seus constituintes, e 2) limite de idade para o ofício de bispos (ver o livro “Bispos democráticos para a Igreja Católica Romana” http://institute.jesdialogue.org/ecumenical_press/democractic_bishops).
Agora – http://www.nytimes.com/2012/04/06/world/europe/pope-assails-disobedience-among-priests.html?ref=world – você está repreendendo publicamente a padres católicos leais, fazendo exatamente o que você antes defendia, de modo tão nobre. Eles e muitos, muitos outros através da Igreja Católica universal estão seguindo seu exemplo jovial, tentando desesperadamente encaminhar nossa amada Mãe Igreja mais em direção à Modernidade. Eu uso de forma deliberada a palavra “desesperadamente”, pois em sua própria pátria, a Alemanha, e em outras partes da Europa, as igrejas estão vazias, e são tantos os corações católicos que ouvem as palavras nada encorajadoras de Roma e de bispos “radicalmente obedientes”. Em meu próprio país, Estados Unidos, berço da liberdade moderna, dos direitos humanos e da democracia, nós perdemos – apenas na atual geração! – um terço de nossa população de Católicos, 30.000.000, porque cinco das promessas feitas pelo Vaticano II como pontos copernicianos 1. em relação à liberdade, 2. em relação ao mundo presente, 3. em relação ao sentido da história, 4. em relação à reforma interna, e sobretudo 5. em relação ao diálogo, foram deliberadamente abortadas pelo seu predecessor e agora de forma intensa por você.
Joe, você ficou conhecido como um dos teólogos do Concílio Vaticano II que promoveram a convocação feita pelo Papa São João XXIII ao aggiornamento (atualização) por meio de uma reforma espiritual voltada às revitalizadoras fontes originais (refontização!) do Cristianismo (ad fontes!). Aquelas fontes democráticas, amantes da liberdade da Igreja Primitiva eram exatamente as fontes da renovação que eram preconizadas por você e por seus colegas da Universidade de Tubinga.
Eu estou a exortá-lo a retornar àquele original espírito de reforma de sua juventude. Esse espírito agora me vem à lembrança, quando dos preparativos da comemoração dos 50 anos do “Journal of Ecumenical Studies” (JES), lançado em 1964 por Arlene, minha querida esposa e por mim. No primeiríssimo número de JES encontram-se artigos assinados por seu amigo e colega de Vaticano II, o teólogoHans Küng, e por você próprio(!), olhando para a ponte sobre o Golfo “Counter-Reformation que separava a Igreja Católica do resto do Cristianismo e, por certo, do resto do mundo moderno.
Joe, nesse espírito, eu o exorto a retornar às suas fontes de reforma. Volte ad fontes!
Pax!
Len
Leonard Swidler, Ph. D., S.T.L.
Professor de Pensamento Católico e Diálogo Interreligioso, Temple University
Co-fundador da Associação para os Direitos dos Católicos na Igreja
(Trad. Alder J.F.Calado)

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segunda-feira, 16 de abril de 2012

Não me toques

De Antonio Cecchin, irmão Marista (gaucho)
Maria Madalena. Apesar de discípula fervorosa de Jesus que havia sido em vida do Mestre, no dia da Páscoa da Ressurreição do Homem de Nazaré, num primeiro momento não o reconheceu. Tomou-o pelo jardineiro do horto em que o corpo havia sido sepultado. Então Jesus disse: Maria!... Pela voz, ela o reconheceu. Estava com uma saudade imensa de Jesus. Acompanhara-o o tempo todo no caminho do Calvário nos sofrimentos da paixão e morte. Agora, Ele ali, diante dela, ressuscitado e chamando-a pelo nome. De imediato, fez menção de ir para o abraço com as palavras “Bom Mestre!” Jesus a impede, dizendo: “Não me toque! Ainda não subi para junto do Pai!”

Não deixa de ser intrigante o comportamento de Jesus. Para o grande amor e a fé ardente que a mulher Maria Madalena lhe vota, um “não me toque, porque ainda não fui para junto do Pai!”. Uma semana depois do acontecido com Madalena, diante da incredulidade do discípulo Tomé (João, 20,24-29), o mesmo Jesus dá ordem para que este discípulo descrente o toque nas chagas das mãos e do lado aberto pela lança, com as palavras: “Porque viste, creste. Felizes os que não viram e creram.”

O escritor e filósofo lacaniano Jean-Luc Nancy, no livro “Noli me tangere” (Não me toque), aproveita os dois fatos para fazer a distinção entre crença e fé. Desenvolve uma ligação essencial entre a cena do sepulcro, a arte e a literatura moderna. É a especulação surpreendente e provocativa que atravessa o livro do começo ao fim. É uma obra ao mesmo tempo literária e filosófica.

A crença é uma busca de segurança. O crente precisa de segurança para acreditar e acredita para ter segurança, como no caso de são Tomé. É ver (e tocar) para crer. Na fé, não. Não há nenhuma segurança. É uma aposta no vazio. A fé faz ver no banal o que os olhos banais não podem ver. Maria Madalena reconhecendo o Cristo na pessoa de um jardineiro, por exemplo. Não tocar, neste caso, é condição para atingir o intocável e ver o invisível. Tocar seria permanecer na ilusão do presente e das aparências. “A crença espera o espetacular e o inventa conforme a necessidade. A fé consiste em ver e em ouvir onde nada é excepcional aos olhos e aos ouvidos comuns”, escreve Nancy.

A fé de Maria Madalena é fidelidade ao vazio, à ausência (como no amor). Quanto mais as pessoas tentam possuir o que amam, mais o amor lhes escapa. O amor é intangível. É o que se faz sentir pela distância e pela indisponibilidade. O que aparece para Maria Madalena e que ela não pode tocar é a presença da ausência. O ressuscitado só existe pelo desaparecimento. Ao desaparecer, o morto passa a existir para sempre, e é isso o que ela vê diante do sepulcro. A aparição do ressuscitado é, na verdade, a aparição da ausência.

Importantíssimas essas observações de Jean-Luc Nancy para, diante de programas religiosos na TV, sabermos distinguir o que é simples crença e o que é fé. O que é evangelização legítima e o que é mero show de fé e que, no fundo, nada tem a ver com fé.

A mulher Maria, originária da cidade de Mágdala, a Maria Madalena dos Evangelhos, é a primeira pessoa que pratica um ato de fé, a mais autêntica, na Ressurreição do Homem-Deus Jesus de Nazaré, no instante mesmo em que aconteceu. Trata-se de uma mulher.

O marxismo tem algum valor?

O PAPA E A UTILIDADE DO MARXISMO

Frei Betto



O papa Bento XVI tem razão: o marxismo não é mais útil. Sim, o marxismo conforme muitos na Igreja Católica o entendem: uma ideologia ateísta, que justificou os crimes de Stalin e as barbaridades da Revolução Cultural chinesa. Aceitar que o marxismo conforme a ótica de Ratzinger é o mesmo marxismo conforme a ótica de Marx seria como identificar catolicismo com Inquisição.
Poder-se-ia dizer hoje: o catolicismo não é mais útil. Porque já não se justifica enviar mulheres tidas como bruxas à fogueira nem torturar suspeitos de heresia. Ora, felizmente o catolicismo não pode ser identificado com a Inquisição, nem com a pedofilia de padres e bispos.
Do mesmo modo, o marxismo não se confunde com os marxistas que o utilizaram para disseminar o medo, o terror, e sufocar a liberdade religiosa. Há que voltar a Marx para saber o que é marxismo; assim como há que retornar aos Evangelhos e a Jesus para saber o que é cristianismo, e a Francisco de Assis para saber o que é catolicismo.
Ao longo da história, em nome das mais belas palavras foram cometidos os mais horrendos crimes. Em nome da democracia, os EUA se apoderaram de Porto Rico e da base cubana de Guantánamo. Em nome do progresso, países da Europa Ocidental colonizaram povos africanos e deixaram ali um rastro de miséria. Em nome da liberdade, a rainha Vitória, do Reino Unido, promoveu na China a devastadora Guerra do Ópio. Em nome da paz, a Casa Branca cometeu o mais ousado e genocida ato terrorista de toda a história: as bombas atômicas sobre as populações de Hiroshima e Nagasaki. Em nome da liberdade, os EUA implantaram, em quase toda a América Latina, ditaduras sanguinárias ao longo de três décadas (1960-1980).
O marxismo é um método de análise da realidade. E mais do que nunca útil para se compreender a atual crise do capitalismo. O capitalismo, sim, já não é útil, pois promoveu a mais acentuada desigualdade social entre a população do mundo; apoderou-se de riquezas naturais de outros povos; desenvolveu sua face imperialista e monopolista; centrou o equilíbrio do mundo em arsenais nucleares; e disseminou a ideologia neoliberal, que reduz o ser humano a mero consumista submisso aos encantos da mercadoria.
Hoje, o capitalismo é hegemônico no mundo. E de 7 bilhões de pessoas que habitam o planeta, 4 bilhões vivem abaixo da linha da pobreza, e 1,2 bilhão padecem fome crônica. O capitalismo fracassou para 2∕3 da humanidade que não têm acesso a uma vida digna. Onde o cristianismo e o marxismo falam em solidariedade, o capitalismo introduziu a competição; onde falam em cooperação, ele introduziu a concorrência; onde falam em respeito à soberania dos povos, ele introduziu a globocolonização.
A religião não é um método de análise da realidade. O marxismo não é uma religião. A luz que a fé projeta sobre a realidade é, queira ou não o Vaticano, sempre mediatizada por uma ideologia. A ideologia neoliberal, que identifica capitalismo e democracia, hoje impera na consciência de muitos cristãos e os impede de perceber que o capitalismo é intrinsecamente perverso. A Igreja Católica, muitas vezes, é conivente com o capitalismo porque este a cobre de privilégios e lhe franqueia uma liberdade que é negada, pela pobreza, a milhões de seres humanos.
Ora, já está provado que o capitalismo não assegura um futuro digno para a humanidade. Bento XVI o admitiu ao afirmar que devemos buscar novos modelos. O marxismo, ao analisar as contradições e insuficiências do capitalismo, nos abre uma porta de esperança a uma sociedade que os católicos, na celebração eucarística, caracterizam como o mundo em que todos haverão de “partilhar os bens da Terra e os frutos do trabalho humano”. A isso Marx chamou de socialismo.
O arcebispo católico de Munique, Reinhard Marx lançou, em 2011, um livro intitulado “O Capital – um legado a favor da humanidade”. A capa contém as mesmas cores e fontes gráficas da primeira edição de “O Capital”, de Karl Marx, publicada em Hamburgo, em 1867.
“Marx não está morto e é preciso levá-lo a sério”, disse o prelado por ocasião do lançamento da obra. “Há que se confrontar com a obra de Karl Marx, que nos ajuda a entender as teorias da acumulação capitalista e o mercantilismo. Isso não significa deixar-se atrair pelas aberrações e atrocidades cometidas em seu nome no século XX”.
O autor do novo “O Capital”, nomeado cardeal por Bento XVI em novembro de 2010, qualifica de “sociais-éticos” os princípios defendidos em seu livro, critica o capitalismo neoliberal, qualifica a especulação de “selvagem” e “pecado”, e advoga que a economia precisa ser redesenhada segundo normas éticas de uma nova ordem econômica e política.
“As regras do jogo devem ter qualidade ética. Nesse sentido, a doutrina social da Igreja é crítica frente ao capitalismo”, afirma o arcebispo.
O livro se inicia com uma carta de Reinhard Marx a Karl Marx, a quem chama de “querido homônimo”, falecido em 1883. Roga-lhe reconhecer agora seu equívoco quanto à inexistência de Deus. O que sugere, nas entrelinhas, que o autor do “Manifesto Comunista” se encontra entre os que, do outro lado da vida, desfrutam da visão beatífica de Deus.

terça-feira, 10 de abril de 2012

CEBs en USA (para debater)


LAS CEBS EM  CALIFORNIA Y NEVADA

              Observaciones de parte de Marins y de Teo.



1.Las parroquias son la instancia eclesial decisiva en la Iglesia de Usa. Organizadas y  burocráticas. Ninguna trabaja en comunión con otras CEBs (Impensable). Viven para atender a los sacramentos, devociones, quinceañeras y otros eventos religiosos de la vida de los fieles. La importancia de cada una está en relación directa al número de sus fieles y consecuentemente a cuanto dinero pueden reunir mensualmente (Los anglos, Vietnamitas, Filipinos aportan más dinero, los latinos muchísimo menos… por lo tanto cuentan menos en las prioridades parroquiales). No son misioneras, ni proselitistas.

       El pastor es como un señor feudal, todo depende de su decisión. No hay ninguna autonomía pastoral de cualquier grupo. Está ocupado, en primer lugar con la administración, que le ocupa la mayor parte de sus energías: en Oakland las parroquias deben a la diócesis 70% de lo todo dinero que reciben, quedándose pues solamente con el 30%. Los ministerios laicales acontecen, dominantemente en el sector litúrgico. En los últimos 10 años, la liturgia es el área mas cuidada a nivel nacional, diocesano y parroquial: todo el clero ha tenido que participar obligatoriamente en cursos de 3 a 4 días, para aprender las nuevas orientaciones litúrgicas (mas rúbricas) en relación al nuevo texto del misal y a las determinaciones y exigencias recibir sacramentos, recitación de las horas canónicas, etc. La mayoría de los coros parroquiales son pagados.  La parroquia solo se ocupa de los problemas intra-eclesiales.

 2. Las CEBs son consideradas, por los nuevos curas, anglos y también latinos, como algo del pasado, que ya no interesan (o nunca han interesado de modo significativo). Las que sobreviven son consideradas como un grupo de oración (entre los latinos: para recitación del rosario). En los mejores casos, son grupos bíblicos e de convivencia. Algunas se reúnen una vez al mes, otras a cada 15 días… raramente a cada semana. Nunca con la presencia del cura. Muy raro encontrar algún presbítero interesado en las CEBs. Seminaristas cero. Las religiosas americanas tampoco están interesadas en Cebs; las hispanas, estuvieron en el pasado. Ahora muy pocas sobreviven con esa disposición.

3. La orientación pastoral de los hispanos es dominantemente devocional, en continuidad con lo que trajeron de sus países (La mayoría de los hispanos de USA son mexicanos, seguidos por los puertoriqueños, salvadoreños, colombianos…). Los brasileños no cuentan, tampoco se unen a los hispanos. No conocemos en todo USA, ninguna CEB de brasileños. Estos están con la renovación carismáticas y con considerable frecuencia traen de Brasil sus predicadores de la Renovación.

4. La mayoría de los hispanos ya pobres, han sido afectados por la crisis económica del país; no tienen documentos (por lo tanto son fugitivos de la policía de migración), tienen poca preparación cultural y eclesial… no van a ser líderes en USA, por lo menos en los próximos 20 años, aún que numéricamente están arriba de los negros.

5. Los teólogos de origen hispana estuvieron mas preocupados en abrirse un espacio entre los teólogos anglos y poco a poco se alejaron de los temas de su propio pueblo.

6. La casi totalidad de los obispos latinos no entienden de Cebs. Los seminaristas, menos todavía. Tampoco han buscado aclarar algo sobre esa realidad eclesial. 

7. Hay CEBs que sobrevivieron por 20 años o más, pero sin mayor vitalidad. Son grupos minúsculos y de cierto modo al margen de las parroquias, o utilizadas por las mismas, para campañas económicas.

8. Nunca hubo un encuentro regional o nacional de CEBs.

9. Los jóvenes no están, nunca estuvieron en las CEBs. Tampoco los adolescentes. Los niños, muy numerosos entre los latinos, son más un problema de cómo ocuparlos durante las reuniones, que una bendición que participa de la vida de las CEBs

10.  Las CEBs no están, y no estuvieron involucradas en lo social, ni siquiera en lo asistencial.

11. Los de habla inglesa, cuentan con una organización nacional de CEBs, apoyadas por la institución Buena Vista (nombre hispano). En en el estado de Connecticut publican un material litúrgico bastante bueno. Muchas se unieron a la metodología propuesta por el P. Arthur Baranawski  (varias decenas de ellas), que tiene un modelo de renovación CEB parroquial. La organización conocida como RENEW, desarrolló en los últimos 20 años varios programas (Renew 1,2,3) que, por intención de ellos, llevarían a las CEBs, tanto en ingles como en español. Muchas diócesis han usado dicho método que es carísimo, porque implica la venta de material producido por la misma institución y envío de su personal especializado para dar los entrenamientos. A pesar de haber sido un trabajo teóricamente bueno, el fruto ha sido pequeño - Muy pocas CEBs han surgido o sobrevivido.

12. Los movimientos apostólicos mas conservadores son  los mas apreciados por los obispos, párrocos, seminaristas y por el pueblo latino (son los más pobre y sencillos). Entre ellos, el mas importante es la Renovación Carismática, los Neo-Catecumenos y varios otros de menor importancia. La influencia general de los cánticos y fenómenos carismáticos es muy fuerte entre los hispanos, aún entre aquellos que no se identifican totalmente con las propuestas carismáticas. La Renovación está bien organizada, desarrolla una intensa formación entre sus líderes, es proselitista y llega a los pobres mucho más que las CEBs.

13. En muchas diócesis la mayoría de seminaristas ya no es de blancos, sino de orientales y latinos. Hay intensa importación de sacerdotes de África, India, Sri Lanka, Filipinas, Corea del sur. La tercera parte del clero de USA es de estrangeros (18 mil curas, 6 mil estrangeros): principalmente asiáticos y latinos.

14.El punto más alto de las cEBs, en USA, ha sido en la década del 80-90. El tercer encuentro nacional de los hispanos se expresó muy favorable a ellas. Después oficialmente desapareció la oficina nacional y diocesana de los hispanos, substituida por las oficinas que reúne todas las etnias, que a nivel nacional son mas de 90.

  QUE SE PUEDE TODAVIA HACER:

1.  Valorar algunas experiencias que todavía pueden ser capaces de desarrollarse en verdaderas CEBs. Cultivar las semillas existentes, para que no desaparezca esa especie.

2.  Encuentro personal con algún cura y raramente, con algún obispo y seminaristas, para explicarles que las cEBs no son un movimiento, tampoco un programa o grupo paralelo, sino un nivel eclesial a ser creado, desarrollado y acompañado.

3.  Valerse en este año, del interés posible sobre los 50 años del Vaticano II, para redescubrir la Iglesia de la base, el Pueblo de Dios, etc.

4.  Aprovecharse de los caminos que los programas de Renew Primero , segundo y tercero han desarrollado formando grupos de base.

5.  Retomar puntos del Tercer encuentro hispano (1985) de Usa, donde se habla de las CEBs y muchos puntos que son útiles para hacer ese proceso.

6.  Lanzar pequeños artículos e historias en las revistas, etc.

7.  Comunicarse pro internet y blogspot, entrevistas e U-tube.

8.  Proponer diálogos con algunos grupos de movimientos pastorales para ver si pueden aceptar las CEBs como una propuesta de pequeña Iglesia, sin destruir el espacio del movimiento (carismas).

9.  Intentar contactos con  las CEBs de Filipinas, de América Latina, de Lunko Institute (Africa), del Caribe.

10.            Proponer el conocimiento de las Encíclicas de Pablo VI (Evangelii Nuntiandi), de Juan Pablo II (Redemptoris misio, etc) que mencionan explícitamente las CEBs. Los documentos de las asambleas generales del episcopado latino americano y caribeño no interesan tanto, porque, para ellos, són cosas de A. Latina y del Caribe, y no para USA).

11.            Retomar la teología del Vaticano II: Reinado y Pueblo de Dios, referencia fundamental a los “señales de los tiempos”, volver a las fuentes bíblicas y patrísticas, orientación pastoral de toda la teología, opción por los pobres, igualdad fundamental de todos los miembros de la Iglesia, visión evangélica del poder, dimensión misionera de la comunidad eclesial, por acontecimiento c y no por proselitismo.  




segunda-feira, 9 de abril de 2012

Demoniologia-Um estudo ecumênico


No Evangelho dispomos da melhor e insuperável imagem de Deus já aparecida na história. O passar dos séculos, no entanto, a manchou e deformou, até torná-la irreconhecível sob muitos aspectos, nem sempre os menos importantes.
Considerando os conceitos de fundo, assinalarei aqui alguns que requerem com maior urgência ser revistos a fundo, reagrupando-os em três capítulos.
Contra uma leitura distorcida da criação
Embora em vias de superação, um dos maiores problemas que traz consigo a teologia atual é a leitura literal ou fundamentalista da Bíblia. Em particular, diz respeito nada menos do que às maravilhosas narrações da criação no Gênesis. Nestas, com o profundo simbolismo da linguagem mítica, nos é expressa a intenção de Deus de procurar para nós nada mais do que a realização, o amor e a felicidade. É isto que quer significar o símbolo do "paraíso": a meta à qual estamos destinados. A esta meta se opõe o mal; por isso a Bíblia o coloca "fora de Deus". A narração mítica, preocupada em apelar à bondade, se firma principalmente sobre o pecado humano que, como mostram os primeiros capítulos – do assassínio de Caim à corrupção universal -, produz tantos danos. Mas, tomar ao pé da letra, convertendo em explicação física ou metafísica o que quer ser simplesmente uma exortação moral, conduz ao absurdo.
1) Iniciemos com o pecado original: mesmo após ter sido reconhecida como mítica, a narração concreta da árvore, do fruto e da serpente faz, no entanto, perdurar a terrível idéia que os pavorosos males do mundo sejam o um "castigo divino" por causa da culpa história cometida por nossos avós. Com isso, no inconsciente coletivo estão se imprimindo duas concepções monstruosas: a) que Deus é capaz de castigar de modo terrível, e b) que ele o faz a milhares de descendentes que não tem a mínima culpa por aquele presumido erro. Além disso, consolida-se a idéia – tão difundida e prejudicial – que, em última instância, se existe mal no mundo é porque Deus o quis e o quer, dado que o paraíso teria sido possível sobre a terra. E, acima de tudo, o castigo seria desproporcionado. Deste modo, sobrevive a crença generalizada de que o sofrimento, a enfermidade e a morte provenham de uma decisão divina, como forma de castigo.
2) Paralelamente a esta, existe a idéia de que o homem e a mulher tenham sido criados para a "glória" de Deus e ao seu serviço". Nestas palavras pode existir um significado aceitável, mas, na mentalidade normal elas tem sido tomadas literalmente: é Deus que exige que o sirvamos para salvar a alma; contrariamente, haverá o castigo. Feuerbach fundamentou aqui o seu ateísmo: "para que Deus seja tudo, o homem não deve ser nada". Quando, ao invés, a verdade é o contrário: ao criar-nos, Deus não pensa em si mesmo, mas só e unicamente em nosso bem. Com a mesma linguagem, seria antes necessário dizer que, como se manifestou em Jesus, Deus é Aquele que nos "serve", porque Ele nos ama e temos disso necessidade.
3) A moral, longe de ser a palavra de amor e a promessa de ajuda que nos orienta e sustenta em função da verdadeira felicidade, se transforma num peso imposto por Deus. Kant denunciou esta concepção como indigna e infantilizante. E o pior é que faz ver o esforço, a disciplina e também o sacrifício que muitas vezes – para cada pessoa, crente ou não crente – a moral comporta, como algo que Deus nos impõe porque o quer, enquanto poderia tornar-nos a vida mais fácil. Certamente, jamais será possível avaliar quanto ressentimento esta terrível concepção tem acumulado na consciência de muitos fiéis.
4) Tudo isto, agravado em nível intolerável com a idéia do inferno, como castigo para aqueles que não "sirvam" ou não "cumpram". Deus, que ama sem limites e perdoa sem condições, acabou sendo descrito como capaz de castigar por toda a eternidade e com tormentos inauditos certas faltas definitivamente sempre pequenas, fruto de uma liberdade débil e limitada. O crescimento da sensibilidade comporta, em nossa época, uma oposição generalizada à pena de morte e também ao ergástulo: será que os homens são melhores que Deus?
5) A visão do pecado marcha paralelamente. Tomás de Aquino já havia dito que o pecado não é um mal porque faz mal a Deus, mas porque o faz a nós: "porque ofendemos Deus na medida em que agimos contra o nosso bem". Todavia, grande parte da teologia e da pregação continua ignorando que a coisa fundamental é o interesse de Deus a fim de que não façamos dano a nós mesmos, não estraguemos a nossa vida e arruinemos a nossa realização. O pai do "filho pródigo" não se preocupa com sua honra ou com sua ofensa, mas pelo fato que o filho "estava morto e retornou à vida, estava perdido e foi reencontrado".
Tudo isto, unido à deformação moralista, fez com que, no fundo da consciência de muitas pessoas, tenha crescido como um verme venenoso a idéia que o pecado seria estupendo para nós, mas não podemos gostar dele porque Deus no-lo proíbe. Em outras palavras, Deus não quereria que fôssemos felizes.
Contra uma leitura deformada da redenção
Se isto é o que sucede com a criação, as consequências se fazem sentir ainda mais pesadamente na redenção. A maravilha que jamais teríamos imaginado por nós mesmos, de um Deus que se faz presente na história para ajudar-nos, - de mil modos e com infinita paciência, - a vencer o mal e o pecado, se transforma para muitos numa terrível "prestação de contas", com um castigo no início e uma ameaça no final.
1) Começa-se com um particularismo inconcebível. Um Deus que, criando por amor, suscita desde sempre uma salvação onde há um homem ou uma mulher, ou seja, por toda parte e e-spressamente em todas as religiões, tem sido apresentado por muitos séculos como unicamente preocupado por um só povo, aquele "eleito". Os outros teriam permanecido fora de sua revelação e de sua plena salvação: extra eccleciam nulla salus. No máximo ter-lhes-ia permanecido a esperança – numa espécie de longuíssima "lista de espera" – que um dia teria chegado para eles a "missão" (que, para milhões de pessoas, jamais chegou nem chegará). Por sorte, desde o Concílio Vaticano II, esta terrível visão está em vias de superação. Porém os seus efeitos perduram com intensa vivacidade: continua existindo muito dogmatismo e muito exclusivismo; demasiada resistência a uma revisão dos conceitos de revelação, e a um generoso diálogo das religiões.
2) Ainda mais grave tem sido a visão sacrifical de todo o processo. O esforço de Deus para intensificar ao máximo sua presença e abrir caminhos à sua graça; a revelação, através de Jesus, do seu amor sem medida e de sua compreensão sem limites das nossas fraqu4zas e do nosso pecado; o seu não retrair-se embora tal amor lhe custasse nada menos do que o assassínio de seu "Filho predileto"... tudo isto tem sido interpretado como um "preço" que Ele exigia, como um castigo necessário para "aplacar sua ira".
É doloroso usar estas expressões e, no entanto, embora possa parecer incrível, elas ainda podem ser lidas – por exemplo, tomando à letra "o abandono" sobre a cruz – em importantes teólogos de nossa época: não só em Lutero e Calvino, que ainda estavam próximos à Idade Média, mas também em Barth, Moltmann e Urs von Balthasar, para citar alguns dos mais expressivos. Insisto porque, embora não se ponha em discussão as boas intenções, é indispensável evitar tudo o que possa obscurecer o amor infinito do Pai. A partir de uma perspectiva de fé, numa interpretação não fundamentalista, devemos estar seguros que Deus jamais esteve tão junto ao seu Filho como quando o puseram na cruz (não o "abandonou"), e que jamais teria permitido sua morte, se tivesse sido possível evitá-la (não foi Ele que "quis" a agonia do horto das oliveiras).
3) Enfim, há algo que, no fundo, é muito mais grave, porque abrange tudo: todo o sofrimento do mundo seria um castigo de Deus por causa de um pecado que, fora de Adão e Eva, nenhum outro cometeu; de modo que, se Deus não nos castigasse – isto é, se fosse compassivo e perdoasse – viveríamos num paraíso. E depois, para perdoar-nos, teria imposto nada menos do que a sacrifício cruento de seu Filho. Enfim, se não nos comportarmos bem, nos espera o castigo eterno do inferno (sobre o qual, com consequências deletérias, tanto insistiu a "pastoral do medo").
Este esquema se incrustou como algo de tão óbvio no imaginário religioso que nem sequer se vê agora e nem se percebe sua autêntica monstruosidade que, afortunadamente, quando é explicitada, quase ninguém a toma ao pé da letra. No entanto, precisamente por isso, é necessário expô-lo cruamente para poder refutá-lo com todas as forças e substituí-lo com o verdadeiro, já proposto, no fundo, por Santo Irineu no II século: criação na inevitável fraqueza do nascimento; apoio amoroso de Deus na história, não obstante as nossas faltas e pecados; cume deste apoio na plenitude salvadora de Cristo; esperança de salvação plena na Glória. Vale dizer a promessa de um nascimento e a esperança de uma felicidade gloriosa.
Contra uma experiência deformada da espiritualidade
Como era óbvio, esta dupla visão, que agora perfilamos esquematicamente, acaba por articular a expe-riência da fé na vida concreta.
1) A visão dualista se coloca em primeiro plano, porque é esta que, de certa maneira, organiza o espaço religioso. Deus lá em cima e nós aqui em baixo, o sagrado e o profano, o que se refere a Deus e o que se refere a nós, a Igreja e o mundo... marcam a fogo a vida espiritual. Seria ingênuo pensar que tal distinção possa ser completamente supressa, já que responde a um dado real: a diferença entre Deus e sua criação. Esta diferença afirma, no entanto, o nosso ser: Deus não nos rouba espaço. Ao contrário: quanto mais está presente, mas nos faz ser; quanto mais acolhemos sua ação, tanto mais realizamos a nós mesmos. O engano é converter a diferença em distância, a distinção em dualismo, o apoio em imposição. Porque então Deus se transforma num senhor e a religião consiste em servi-lo, aplacá-lo, solicitar-lhe ajuda e favores, para obter o seu prêmio e evitar o castigo.
2) Desta concepção deriva espontaneamente uma visão negativa da vida. A redenção se separa da criação e se contrapõe a ela, de modo que todo o criado acaba por aparecer indiferente para a fé, quando não aparece negativo e corrupto. Textos da Escritura, em si profundos e veneráveis, acabam sendo lidos em sentido oposto àquele que, na realidade, queriam expressar. Assim, por exemplo, a solicitação de se negar a si mesmo ou a perder a própria vida não pode significar a anulação da própria vida, mas exatamente o oposto: negar a nossa negação, ou seja, o que prejudica o nosso ser autêntico ou o que nos impede de realizar-nos e chegar à plenitude. Deus não quer anular o nosso ser, mas levá-lo à sua afirmação literalmente infinita.
3) As consequências têm sido graves. Daqui nasceu uma espiritualidade inimiga do corpo e desconfiada de todo prazer, que optava pela fuga mundi e por agere contra como estilo global. Afirmou-se, assim, um espírito de sacrifício que, inconscientemente, colocava entre os fiéis a idéia que Deus está contente quando nos vê sofrer, ou que concede favores em troca do nosso sofrimento gratuito ou dos nossos sacrifícios. Não se pode estranhar que se tenha chegado muitas vezes a excessos que hoje nos causam horror (certos grupos e certos santuários ainda mostram disso demasiados resquícios) e que se possa ter chegado a acusar o cristianismo de ser inimigo da vida (Nietzsche).
4) Ainda pior: este ponto de vista selou com evidência o sofrimento verdadeiramente cristão. Não aquele procurado com a mera ascese ou pela própria perfeição, mas aquele que, como Jesus, é assumido quando é necessário por amor aos outros. É o trabalho do serviço, é pôr em risco a própria vida em favor da justiça, é ser capazes de renunciar ao que nos pertence em favor dos pobres. É, em definitivo, o que a teologia da libertação e o exemplo de seus mártires procuram ensinar-nos, tendo-o aprendido de Jesus: Ele não evitou o prazer normal do viver, a ponto de ser considerado um "comilão e um beberrão" por não haver praticado uma acesse artificiosa: porém foi capaz de amar "até o extremo", chegando a dar sua vida por amor a todos.
5) Enfim, assinalemos algo de menos evidente, mas de importância decisiva: a inversão radical da experiência cristã da graça, que chegou a mudar o sentido da oração: criando-nos por amor, Deus toma a iniciativa absoluta, tanto para conduzir-nos à dimensão do existir (momento da criação), como para ajudar-nos em sua realização (momento salvífico). Por isso, nos é solicitado acolher sua iniciativa: deixar-nos existir e salvar por Ele, aceitando sua graça e colaborando com sua ação em nós e nos outros. Todavia, sem dar-nos conta, invertemos tudo até o ponto de parecer que somos nós aqueles que tomam toda iniciativa, como se fôssemos quem verdadeiramente está interessado na salvação e devêssemos convencer Deus a interessar-se também Ele.
A prece transforma-se, então, em exigência que ousa recordar a Deus as necessidades do próximo, convencê-lo a ajudar os enfermos ou as vítimas; podemos até mesmo oferecer-lhe dons e sacrifícios para que se anime; e, enfim, chegamos a repetir-lhe em coro que seja bom e compassivo: que "escute e tenha piedade". Sei que estas palavras são injustas em relação às intenções de quem reza. Mas, é necessário revelar a falsa orientação e a terrível inversão de papéis entre Deus e nós.
Sei muito bem que existem objeções e dificuldades... Porém, é necessário refletir e falar a respeito. A evidência primária destas reflexões deveria animar-nos a uma nova criatividade e ao esforço sincero por atualizar a compreensão e a experiência da fé.

Demoniologia

As catástrofes, como de Haiti
A catástrofe foi terrível: como um golpe na consciência do mundo, já castigado pela crise econômica. Por sorte, a reação foi quase surpreendentemente boa. Produziu-se uma espécie de salto qualitativo na solidariedade mundial tanto nos indivíduos como nos estados que, como nunca antes, compreenderam a necessidade, com rigorosa justiça, de unir-se para reconstruir um país destroçado e, antes, exaurido (o cumprirão?). Também a teologia, na quase totalidade dos artigos publicados, soube apontar algo fundamental: não remeter o problema a Deus, centrando-se na catástrofe natural, mas insistir em nossa responsabilidade humana, no fato de que, por nossa culpa, os males causados tenham afetado antes de tudo e sobretudo os pobres. Eles sofreram e sofrem majoritariamente as piores e mais dolorosas consequências.
O que se espera não é, pois, o puro lamento ou a simples compaixão, mas a ajuda efetiva e a pressão política.
Naturalmente, também senti desejos de escrever algo, pois, ao problema do mal, dediquei uma parte importante da minha reflexão e um bom punhado de trabalhos. Por ventura, o fato de estar acabando um livro a respeito, e sobretudo a reação tão positiva que se percebia por todas partes fizeram com que me conformasse em ver e saborear o claro avanço que se produziu nas reações. Apesar de tudo, não me abandonava minha velha suspeita que algo faltava.
Tudo isso é verdade, mas o terremoto não o produzimos, e sem ele, o problema teria desaparecido pela raiz: por que Deus não o evitou? Latet anguis in herba, pensava, "a víbora segue oculta entre a erva".

"Mistério" - acabam respondendo em geral os artigos. Mas, mistério por quê? Mistério real ou contradição produzida pelas nossas ideias e pressupostos? Milhares de homens e mulheres estiveram no Haiti, renunciando o sonho e expondo a vida para ajudar as vítimas. Se na sua mão estivesse a possibilidade de evitar previamente o terremoto, haveria sequer um só que deixaria de fazê-lo?
No entanto, muitos crentes e teólogos seguem dando por certo que Deus sim poderia, mas que não o faz; mas, sendo onipotente, isso, definitivamente, significa que não quer. Outros, menos, atrevem-se a dizer que não pode; mas então que "deus" é esse, e quem poderá dar-nos esperança?
Epicuro já o tinha perguntado há muitos séculos. E, como era de se esperar, a víbora levantou a cabeça. Martín Caparrós, no El País, 07/02/2010, sem aludir ao famoso dilema - talvez sem sequer conhecê-lo - e referindo-se primeiro ao terremoto de Lisboa (1755), afirma com todo rigor: "A existência -a insistência- do mal fazia com que esse deus fosse um ineficiente ou um vicioso: ou o fazia à vontade e era o maior canalha, ou não podia evitá-lo e era um perfeito inútil".

E depois, dando um salto, irrita-se falando do Haiti: "Portanto, apesar do mal descontrolado - apesar de terremotos e de fomes, massacres e tsunamis -, milhões seguem ajoelhando-se diante de um deus que o faz ou o permite. E, para completar, ainda o anunciam. Para mim, tudo muito estranho. Se eu achasse que esse deus existisse - se achasse que em algum lugar do infinito existe um ente todo-poderoso que não usa seu poder para impedir estes desastres -, se eu achasse que há um deus tão mau caráter para matar de uma vez cem mil mortos de fome, e se esse deus fosse meu deus, meu amo, não tentaria protegê-lo: passaria a vida negando-o, dizendo a todo o mundo que não há tal coisa. O que é isso? Deus? Um deus, o que isso significa? Frente a desgraças como esta, o verdadeiro crente não tem mais remédio que fingir-se ateu - e, talvez, vice-versa. Portanto, é preciso duvidar de quase tudo, como sempre".
Hesitei em reproduzir um texto tão abrupto. Quero pensar que ao escrever deus com minúscula e colocar o condicional - "se eu achasse que esse deus existisse" - se está atacando um ídolo. Em todo caso, o afirmo eu. E, não sem lamentar essas expressões que podem ferir tão brutalmente a fé dos crentes, quero tomá-las como um sério e urgente aviso para a teologia.
O tenho repetido muitas vezes: é preciso desfazer com rigor crítico o dilema de Epicuro, descobrindo sua armadilha e mostrando sua falsidade. Em tempos de religiosidade comum e compartilhada, a fé em Deus podia sustentar-se, apoiando-se em uma confiança radical que era capaz de desafiar a lógica, porque pressentia que esta tinha que falhar em algum ponto. Isso já não é possível em nossa "era crítica".
Devemos reconhecê-lo, se não por honestidade intelectual, pelo menos porque nos reprova com argumentos contundentes: crer em um "deus" que, podendo, não quisesse acabar com o mal do mundo ou que, querendo, não pudesse, torna-se hoje simplesmente impossível.
Por sorte, a mesma agudeza crítica da modernidade abre o caminho da resposta. A autonomia das leis que regem o funcionamento do mundo e as inevitáveis contradições da finitude, fazem com que o conceito (não a fantasia) de um mundo sem maldade seja tão contraditória como um círculo-quadrado. O dilema de Epicuro tem uma armadilha: substitua-se “mundo-sem-maldade” por “círculo-quadrado” e tire a prova; ou pergunte-se, como, às vezes, faço em minhas explicações, se Deus pode ou não pode dividir a sala em “três-metades”.
Não é que Deus "não queira" ou "não possa", mas simplesmente a pergunta carece de sentido. Deus quer o bem, unicamente o bem, para o bem e a felicidade nos cria.
Falemos humanamente: poderia não haver criado o mundo, e sabe que, se o cria, terá que ser finito (se não, se criaria a si mesmo). Em consequência, a imperfeição, a carência, o conflito - o mal - o acompanharão como uma sombra terrível.
Mas a experiência religiosa mais profunda intuiu sempre que se Deus criou, é porque valia a pena; que Ele, como Anti-mal de amor infinito, acompanha e sustenta nossa aventura, convocando-nos a colaborar com Ele no trabalho do amor e a justiça; e sempre, assegurando o sentido e abrindo a esperança.

Contra o que na superfície pode parecer, nada é menos "moderno" do que deduzir o ateísmo da existência do mal no mundo. Seria desconhecer a autonomia de suas leis e a dignidade de nossa liberdade. A bobagem do tele-evangelista Pat Robertson, esclarecendo que o terremoto do Haiti que não tem nada que ver com as placas tectônicas, porque é um castigo divino, fez um grande favor à inteligência.
No mesmo jornal, Galeano o lembra, e Jared Diamond avisa, - permita-me recordá-lo para que o humor adocique um pouco o horror - que "quando o tele-evangelista Pat Robertson diz que a ira de Deus caiu sobre eles se esquece que é a mesma que cai sobre a Itália, EUA ou o Japão, a mesma ira que deveria cair sobre ele por ser tão estúpido". E, mantenhamos o tom, também sobre nós, se seguimos mantendo teologias que dão pé a tanto mal-entendido.

O diabo (Fernando Veríssimo)


Deus e o Diabo no Haiti
"O Deus vingativo de Pat Robertson certamente não era o Deus de Zilda Arns, que morreu no Haiti trabalhando pela causa da sua vida, a ajuda aos pobres e, principalmente, às crianças", escreve Luís Fernando Verissimo, escritor, em artigo publicado no jornal O Globo, 17-01-2010.
Eis o artigo.
O evangélico Pat Robertson, um dos líderes da direita religiosa americana, tem uma explicação para as desgraças do Haiti que culminaram com esse terremoto demolidor. Um dos países mais miseráveis do mundo, com uma história ininterrupta de privações, violência e instabilidade política, o Haiti estaria pagando por um pacto que fez com o Diabo em 1804, quando pediu sua ajuda para expulsar os colonizadores franceses e tornar-se uma república.
Desde então, os haitianos viveriam sob uma maldição. O terremoto, segundo Pat Robertson, é apenas o castigo mais recente. Mas o religioso pediu a seus fiéis que rezassem pelos haitianos. E, presumivelmente, pedissem a Deus que esquecesse velhos ressentimentos e lhes desse uma folga.
Se o Diabo ajudou mesmo os haitianos contra os franceses foi por uma causa nobre. O Haiti foi o primeiro país do mundo a abolir a escravidão, dando um exemplo que custou a ser seguido pelos outros.
A república, também inédita, fundada depois da expulsão dos franceses era de ex-escravos, e acolhia escravos fugidos ou alforriados de outros países. E se Deus os castigou por esta audácia, não foi o único. A França exigiu e recebeu reparação pela colônia perdida, o que aleijou a economia da nova república por muito tempo. A vizinhança com os Estados Unidos também não ajudou. Os americanos chegaram a ocupar o Haiti durante vinte anos, sem muito proveito para o país. Grandes negócios foram feitos na época dos ditadores Papa Doc e Baby Doc Duvalier, também sem muito proveito para o país. Nos últimos tempos, apoiando e desapoiando líderes mais ou menos populares, os americanos têm tentado manter no Haiti uma democracia representativa mas não representativa demais, a ponto de armar politicamente uma massa de desesperançados, com o risco de eles também convocarem o Diabo. Agora não se sabe o que vai surgir dos escombros da tragédia.
OUTRO
O Deus vingativo de Pat Robertson certamente não era o Deus de Zilda Arns, que morreu no Haiti trabalhando pela causa da sua vida, a ajuda aos pobres e, principalmente, às crianças. O seu era um Deus solidário. Infelizmente, pouca gente no mundo está disposta a fazer um pacto como o que Zilda Arns fez com este outro Deus. Ela sobreviverá como um exemplo e uma inspiração.