quarta-feira, 18 de julho de 2012

Os ocidentais. de Leonardo Boff

Nós ocidentais, os principais responsáveis. Leonardo Boff "Sempre que o arsenal de respostas para os desafios não é mais suficiente, as civilizações entram em crise, começam a esfacelar-se até o seu colapso ou assimilação por outra. Esta traz renovado vigor, novos sonhos e novos sentidos de vida pessoais e coletivos. Qual virá? Quem o sabe? Eis a questão cruciante", escreve Leonardo Boff, filósofo, teólogo e escritor. Segundo ele, "o que agrava a crise é a persistente arrogância ocidental. Mesmo em decadência, os ocidentais se imaginam ainda a referência obrigatória para todos". Eis o artigo. O complexo de crises que avassala a humanidade nos obriga a parar e a fazer um balanço. É o momento filosofante de todo observador crítico, caso queira ir além dos discursos convencionais e intrasistêmicos. Por que chegamos à atual situação que objetivamente ameaça o futuro da vida humana e de nossa obra civilizatória? Respondemos sem maiores justificativas: principais causadores deste percurso são aqueles que nos últimos séculos detiveram o poder, o saber e o ter. Eles se propuseram dominar a natureza, conquistar o mundo inteiro, subjugar os povos e colocar tudo a serviço de seus interesses. Para isso foi utilizada uma arma poderosa: a tecnociência. Pela ciência identificaram como funciona a natureza e pela técnica operaram intervenções para benefício humano sem reparar nas consequências. Esses senhores que realizaram esta saga foram os ocidentais europeus. Nós latino-americanos fomos à força agregados a eles como um apêndice: o Extremo Ocidente. Estes ocidentais, entretanto, estão hoje extremamente perplexos. Perguntam-se aturdidos: como podemos estar no olho da crise, se possuímos o melhor saber, a melhor democracia, a melhor consciência dos direitos, a melhor economia, a melhor técnica, o melhor cinema, a maior força militar e a melhor religião, o Cristianismo? Ora, estas "conquistas" estão postas em xeque, pois elas, não obstante seu valor, inegavelmente não nos fornecem mais nenhum horizonte de esperança. Sentimos: o tempo ocidental se esgotou e já passou. Por isso perdeu qualquer legitimidade e força de convencimento. Arnold Toynbee, analisando as grandes civilizações, notou esta constante histórica: sempre que o arsenal de respostas para os desafios não é mais suficiente, as civilizações entram em crise, começam a esfacelar-se até o seu colapso ou assimilação por outra. Esta traz renovado vigor, novos sonhos e novos sentidos de vida pessoais e coletivos. Qual virá? Quem o sabe? Eis a questão cruciante. O que agrava a crise é a persistente arrogância ocidental. Mesmo em decadência, os ocidentais se imaginam ainda a referência obrigatória para todos. Para a Bíblia e para os gregos esse comportamento constituía o supremo desvio, pois as pessoas se colocavam no mesmo pedestal da divindade, tida como a referência suprema e a Última Relidade. Chamavam a essa atitude de hybris, quer dizer: arrogância e excesso do próprio eu. Foi esta arrogância que levou os EUA a intervir, com razões mentirosas, no Iraque, depois no Afeganistão e antes na América Latina, sustentando por muitos anos regimes ditatoriais militares e a vergonhosa Operação Condor pela qual centenas de lideranças de vários países da América Latina foram sequestradas e assassinadas. Com o novo Presidente Barak Obama se esperava um novo rumo, mais multipolar, respeitador das diferenças culturais e compassivo para com os vulneráveis. Ledo engano. Está levando avante o projeto imperial na mesma linha do fundamentalista Bush. Não mudou substancialmente nada nesta estratégia de arrogância. Ao contrário, inaugurou algo inaudito e perverso: uma guerra não declarada usando ³drones², aviões não tripulados. Dirigidos eletronicamente a partir de frias salas de bases militares no Texas atacam, matando lideranças individuais e até grupos inteiros nos quais supõe estarem terroristas. O próprio cristianismo, em suas várias vertentes, se distanciou do ecumenismo e está assumindo traços fundamentalistas. Há uma disputa no mercado religioso para ver qual das denominações mais aglomera fiéis. Assistimos na Rio+20 a mesma arrogância dos poderosos, recusando-se a participar e a buscar convergências mínimas que aliviassem a crise da Terra. E pensar que, no fundo, procuramos a singela utopia bem expressa por Pablo Milanes e Chico Buarque: "a história poderia ser um carro alegre, cheio de um povo contente".

CEBs y Vaticano II

LAS CEBs A LA LUZ DEL VATICANO II. 1.Las CEBs son el nuevo Pueblo (LG 9 y 13), llamado por Dios en el Espíritu Santo (cf. 1Tes., 1,5). En ellas, por más que sean pequeñas y pobres o vivan en la dispersión, Cristo está presente, el cuál con su poder las cualifica como la Iglesia una, santa, católica, apostólica, servidora, misionera y profética (LG 26). Ellas son, en el nivel mas cercano a la gente, el acontecimiento de la comunión Trinitaria, en la Iglesia. Su don y responsabilidad fundamental es de ser, en Cristo y por el, señal y primicia de la comunión del género humano (Lumen Gentium 1). El texto de Mc 3,13-15 y LG 9, subrayan la índole colegial (La monarquía no es de la identidad eclesial), su responsabilidad de estar con Jesús, ser buena noticia, y de sacar el mal (dolor, opresión) desde sus raíces. 2.Es su responsabilidad desarrollar entre las personas, y particularmente en relación a los mas pobres: mutuo respeto y mutua ayuda, participación y acogida, misericordia, paz y dignidad (LG1 y 8). Deben unirse a los demás cristianos (ecumenismo- Unitatis Redintegratio) y a toda gente de buena voluntad, a servicio de la Ecología y de las urgentes necesidades del mundo, particularmente de los que sufren injusticias, segregación, opresión y todo tipo de sufrimiento (Iglesia samaritana). Su originalidad, en relación a los pobres, es de que reciban además de respeto y ayudas, espacio de participación y de acogida, de paz y dignidad (LG 1 y 8), puedan ser sujetos de un nuevo mundo. 3.Todos los miembros de las CEBs ejercen un sacerdocio común, por lo cuál son responsables por la creación (ecología), por la sociedad y por la Iglesia- LG 10). Por eso mismo, son de interés para toda la humanidad. No tienen como fin a si misma, sino al Reinado de Dios. 4. Las CEBs son esencialmente misioneras y no equipos de servicio parroquial. Deben llegar donde no llega la estructura pastoral. Inciden en la vida y están siempre abiertas al diálogo con toda gente en todos los tiempos. 5. Centradas en la Palabra de Dios (Dei Verbum): sueñan con una nueva sociedad posible, siendo sujetos de su construcción, animan sus miembros al compromiso social (económico, político, cultural, ecológico); fundan nuevas Iglesias de base; aprendiendo a jerarquizar los postulados de la fe; son cartillas de alfabetización; viven una espiritualidad Cristocéntrica –Trinitaria. 6. Son comunidades Eucarísticas (Sacrossanctum Concilium), aún cuando no pueden tener regularmente la celebración de la misa, viven el nivel eucarístico, el hecho pascual, “alimentándose de encarnando en cada momento de la historia, el modo de ser de Jesús y sus propuestas. 7. La iglesia no está arriba del mundo, tampoco al lado, sino dentro, como corresponsable por la historia humana en sus alegrías y tristezas, gozos y esperanzas. Anima y acoge a los progresos humanos como acontecimientos de resurrección (Gaudium e Spes).

segunda-feira, 16 de julho de 2012

El agua

SÍMBOLOS Y METÁFORAS BÍBLICAS Las más usadas em relación a la comunidade eclesial son la del fuego y del agua. Hoy tomamos la del agua, para expresar la identidad de la CEB, pequeña Igles 1.El agua se adapta a los recipientes: un plato, el cántaro, una cuchara… # Las CEB sobreviven por su versatilidad, son la Iglesia en el área rural, en la periferia urbana, en un campus universitario, entre los obreros… donde se encuentran seguidores de Jesús, como comunidad. 2.Acepta normalmente a los más diferentes aliados: la sal, el azúcar, el te, el café, el vino...# Las CEBs encuentran y disciernen aliados posibles según las diversas coyunturas históricas 3.El agua es, desde siempre, uno de los elementos mas universales (tierra, agua, fuego, aire). Esta en los océanos y mares, en el cuerpo humano, en las nubes, pozos, ríos y glaciales, en el polo norte y sur, en la cumbre de las montañas… # La Iglesia, también en su expresión mínima es para todo lugar del mundo. 4.El agua asume formas y modelos diferentes: hielo, nieve, granizo, rocío, fuentes, nacientes…# La CEB no se cristaliza en un único modelo histórico. 5. Es suave y humilde, como puede ser poderosa como una inundación. # Las CEBs unidas y motivando a otras instancias eclesiales expresan una poderosa realidad 6. Genera energía: vapor, hidro-eléctrica, mueve a barcos, trenes y otras máquinas # Descubrir y valerse de las energías de las CEBs es responsabilidad de cada Iglesia particular. 7. Puede penetrar donde nadie lo alcanza hacer. Como rio alcanza entrar por la selva amazónica y así permite la comunicación entre pueblos y casas, que de otra manera no tienen como comunicarse # Las CEBs llegan donde ordinariamente no llega la organización eclesiástica. Mantiene la gente en contacto con la gran comunión eclesial 8. Tiene el mínimo de estructuras y el máximo de vida (H2 0) # Las CEBs son de lo más sencillo como organización 9. Son vida. Los telescopios planetarios de los satélites enviados al espacio, cuando identifican agua en un planeta, concluyen que puede haber vida # Donde hay CEB, hay vida eclesial 10. Apaga el fuego, saca la suciedad de la ropa, de los aposentos # Las CEBs purifican el ambiente donde están, colocan vivencias del Reino. 11. Cuando se intenta detener el agua, ella, silenciosamente gana volumen y fuerza # Reprimir a las CEBs, no las elimina para siempre, acostumbran estar lanzando raíces mas profundas. 12. El agua hoy es uno de los primeros y mas fuerte urgencias ecológicas. Se dice que la guerra que va acontecer en el mundo será por el agua # Una CEB es, en si misma también un acontecimiento ecológico, ella vive en comunión con la vida. 13. Agua parada se pudre, permite enfermedades, insectos # CEB parada es semillero de problemas 14. Ausencia prolongada de agua, es muerte. Demasiado= inundación. # Donde no hay instancia eclesial de base, no habrá Iglesia. 15. En Sri Lanka los budistas hicieron un imagen de Jesús y la Samaritana en terracota. Las manos en concha en recibe agua del cántaro de la mujer. Y al ofrecer su regalo a los cristianos, explicaron: la mano solo puede recoger el agua, cuando los dedos se unieron. Cuando separados no pueden guardar el precioso líquido.# Una comunidad desunida, dispersa los dones de la vida, de los demás y de Dios. P.Jose Marins. Hermana Teolide Maria Trevisan. San Pedro Sula, Honduras, dia 16 de Junio de 2012. En el IX Encuentro latino americano caribenho de las CEBs.

sábado, 14 de julho de 2012

Los líderes de la Iglesia

Uma conversa com o sociólogo italiano Marco Marzano, autor de uma investigação publicada pela editora Feltrinelli Quel che resta dei cattolici [Aquilo que resta dos católicos]. Um relato a partir de dentro de uma estrutura dividida entre hierarquia e base, onde a tendência a contar com a tradicional verticalidade é percebida até mesmo nas comunidades mais ativas. A reportagem é de Martino Doni, publicada no jornal Il Manifesto, 07-07-2012. A tradução é de Moisés Sbardelotto. o catolicismo está recaindo cada vez mais em formas públicas moderníssimas na forma e pré-conciliares na substância, aquelas que seguem o triunfalismo dos eventos midiáticos, e requer por parte dos fiéis uma participação passiva, isto é, a simples obediência (e nisso reside a matriz tridentina, reacionária, desse estilo); um pouco porque os católicos, mesmo os mais vivazes, sofrem de uma estranha síndrome, que eu chamaria de obsessão pela unidade A obsessão pela unidade é aquela estranha doença que leva os católicos a buscar a todo o custo o consenso da cúpula, o desejo de obter a aprovação dos andares superiores, que eu leria também como a ambição não confessada de que a própria linha se torne a universal, a única. a escolha é um momento crucial, do qual – e não por acaso – as hierarquias têm um certo temor. Quanto mais liberdade tem o indivíduo, mais evidente se torna o desmoronamento da instituição que queria administrá-lo de um lado, há a Igreja pública, aquela que ocupa a cena midiática, aquela dos bispos e do Vaticano; de outro, há as paróquias, que sofrem terrivelmente, que se esvaziam, que, quando estão cheias, também estão muitas vezes vazias de sentido e de participação real. Muitos párocos me contam isto: quando têm que celebrar um funeral ou principalmente um casamento, eles estão mal, porque sabem que se trata, em certo sentido, de uma ficção, enquanto eles celebram a eucaristia, isto é, o sacramento principal, aquele que, para eles, dá razão ao seu ser e ao da comunidade... Se pararmos para pensar, é uma experiência dilacerante: você está fazendo o que você mais acredita, e os fiéis conversam, tiram fotos, bocejam e principalmente não acreditam em uma palavra do que você está dizendo. Para alguns, isso sempre aconteceu, mas, na era da autenticidade, esse é o sinal de uma crise muito profunda. a hierarquia não tem vontade de ouvir, e o povo dos fiéis não sabe a quem se dirigir. O drama do catolicismo parece-me o fato de que a primeira Igreja, a da hierarquia, nem sequer precisa mais do povo, isto é, da segunda Igreja. Basta-lhe a mídia. Basta-lhe que o telejornal transmita o comunicado do representante dos bispos ou que noticie o último discurso do papa. Mas isso, repito, se verifica em toda parte, não só na Igreja: a cúpula pode alegremente ignorar a base. O mais atroz da Igreja é que a base, quase sempre, não desejada nada mais do que um aceno de consenso por parte de um bispo. Eles não sabem abrir mão disso.

Os jovens deixam a Igreja

A desafeição religiosa de jovens e adolescentes. Entrevista especial com Pedro Ribeiro de Oliveira A “insatisfação do fiel com os serviços oferecidos pela sua igreja” é, na avaliação do sociólogo Pedro Ribeiro de Oliveira, a primeira explicação para entender os dados do censo 2010, que demonstram um declínio no número de membros das igrejas católica, luterana, presbiteriana e metodista. Segundo ele, trata-se de “uma crise das religiões tradicionais”. Diante deste dado, Oliveira menciona que há um “problema geracional”, porque na década passada havia mais católicos com idade de zero a 29 anos do que hoje. Isso significa que as “crianças e os jovens estão deixando de ser católicos”. Se isso se mantiver, assegura, “no censo de 2020 a diminuição será maior ainda, porque vão morrendo os velhos, e as novas gerações estão mais afastadas” das igrejas tradicionais. Por outro lado, este dado não atinge as igrejas pentecostais, que apresentaram um crescimento de fiéis jovens e crianças. Na avaliação do sociólogo, outro dado interessante é o número de jovens sem religião. “Em termos de projeção, isso é algo a ser pensado. (...) 15 milhões de pessoas que se dizem sem religião, para mim, é o dado que desperta curiosidade”, diz na entrevista a seguir, concedida por telefone para a IHU On-Line. E dispara: “Quando eu comecei a estudar sociologia da religião, tinha como axioma que o brasileiro é religioso, ou seja, todas as religiões são boas, todas levam a Deus, e o que não pode é não ter religião. Hoje, o caso é diferente não. O fato de ter religião não é um indicador de que a pessoa seja boa, assim como o fato de ela não ter religião não significa que ela seja má. Houve uma mudança na cultura brasileira”. Pedro Ribeiro de Oliveira (foto abaixo) é doutor em Sociologia pela Université Catholique de Louvain, na Bélgica. É professor do PPG em Ciências da Religião da PUC-Minas. Dentre suas obras, destacamos Fé e Política: fundamentos (Aparecida: Ideias & Letras, 2004), Reforçando a rede de uma Igreja missionária (São Paulo: Paulinas, 1997) e Religião e dominação de classe (Petrópolis: Vozes, 1985). Confira a entrevista. IHU On-Line – Os dados do censo 2010, divulgados pelo IBGE, demonstram um progressivo declínio do catolicismo no país. Como o senhor interpreta esses dados? O que isso significa? Pedro Ribeiro de Oliveira – Esses dados não estão exatamente relacionados ao proselitismo evangélico, mas sim a uma crise das religiões tradicionais. Ainda não fiz um estudo minucioso dos dados do censo, porém pude perceber que as igrejas tradicionais – católica, luterana, presbiteriana e mesmo a metodista – perderam membros em termos absolutos e não acompanharam o crescimento da população. Uma igreja que me surpreendeu nesse sentido foi a Congregação Cristã do Brasil, que era muito sólida e tinha membros praticantes. Há aí um dado no censo que obriga certa atenção, porque várias igrejas perderam membros, inclusive a Universal do Reino de Deus. Precisamos ter presente o dado de que a perda de membros atinge várias denominações religiosas. Claro que o proselitismo tem sua importância nesse processo, mas isso ocorre principalmente por causa da insatisfação do fiel com os serviços oferecidos pela sua igreja. No caso da Igreja Católica, minha hipótese diz respeito ao sacramento. A Igreja Católica foi se tornando, nos últimos 40 anos, mais exigente na realização dos sacramentos. Por exemplo, não se podem batizar crianças se os pais e padrinhos não fizerem um curso, não se pode casar se os noivos não tenham feito a primeira comunhão, ou um curso de noivos – acho tudo isso muito normal. Mas as pessoas deixam de frequentar a igreja por conta das exigências. IHU On-Line – Qual o significado de o Brasil ainda ser um país majoritariamente católico, considerando que existem os praticantes e não praticantes? Pedro Ribeiro de Oliveira – Muitos só consideram católicos aqueles que vão à missa e comungam. Entretanto, a tradição católica brasileira nunca foi de seguir tradicionalmente o catolicismo romano. O catolicismo popular tradicional mostra muita reza e pouca missa, muito santo e pouco padre. Essa frase é perfeita. Quer dizer, a tradição católica sempre teve muita devoção aos santos; era uma religião familiar. Praticava-se o catolicismo em casa, com a família, geralmente a materna, e de vez em quando se frequentava a igreja para receber os sacramentos. Quer dizer, trata-se de um católico não praticante do sacramento, mas um católico praticante da devoção aos santos. Um velho teólogo que já morreu dizia: “O padre fala da ignorância religiosa do povo, e o povo também acha que o padre é ignorante na religião, porque não sabe fazer a devoção aos santos”. Então, o catolicismo tem essa propriedade, é uma religião que comporta muita gente, e diferentes formas de ser católico, inclusive aquela dos não praticantes. De fato, o sacramento fundamental para o católico é o sacramento de entrada na vida, o batismo, e o sacramento de “saída”, que é a missa de sétimo dia. Fora isso, ele se vira muito bem com os santos. IHU On-Line – Qual é a novidade os dados do censo apontam em relação à religião no Brasil? Pedro Ribeiro de Oliveira – Uma das novidades diz respeito à idade. Eu tive a curiosidade de sociólogo e comparei os dados de 2000 e 2010. Vi que há um problema geracional. Em 2000, havia mais católicos de zero a 29 anos, do que em 2010. Ou seja, as crianças e os jovens estão deixando de ser católicos. Então, têm mais católicos em 2010 com 30 anos ou mais. Se isso se mantiver, no censo de 2020 a diminuição será maior ainda, porque vão morrendo os velhos, e as novas gerações estão mais afastadas da instituição. É interessante porque isso atinge também o protestantismo de missão, mas não atinge as igrejas pentecostais que, ao contrário, apresentam um crescimento entre os jovens e crianças. Também não atinge os espíritas, que estão crescendo. Outro dado interessante é o crescimento de jovens entre 15 e 19 anos sem religião. As novas gerações brasileiras têm uma forma religiosa muito diferente das antigas gerações. Em termos de projeção, isso é algo a ser pensado. IHU On-Line – Outro dado do censo é de que a Igreja Universal perdeu 10% dos fiéis. Entretanto, o crescimento das igrejas evangélicas ainda é significativo. Como avalia essa questão? A Igreja Universal tem perdido fiéis para igrejas menores, que são mais flexíveis e aceitam fiéis específicos como jovens, gays? Pedro Ribeiro de Oliveira – Tenho a impressão de que a Universal é bem aberta e não é uma igreja rígida, mas eu não a conheço suficientemente. Por outro lado, percebe-se o crescimento enorme da Assembleia de Deus, que é um pentecostalismo clássico. Ela já era a maior igreja dos evangélicos, e hoje já tem quase 50% dos evangélicos brasileiros. O que também existe é essa difícil categoria de igrejas evangélicas não determinadas. O que será evangélica não determinada? Pode ser aquela interpretação da Fundação Getúlio Vargas, de evangélico não praticante, mas também pode ser essas igrejas novas que estão aparecendo por aí, e que eram conhecidas antigamente como igrejas eletrônicas. Não sei. Mas tudo indica a passagem de uma religião a outra: de católico a evangélico tradicional, ou pentecostal tradicional, depois a neopentecostal, depois a pentecostal não determinado e depois os sem religião. A trajetória parece demonstrar essa passagem. Ao que tudo indica, pelos dados de idade, isso vai continuar. IHU On-Line – A que atribui essa desfiliação religiosa? A religião como instituição está deixando de ser significativa para parte dos brasileiros? Segundo o censo, de 7,28% em 2000 aumentou para 8% em 2010 o número de pessoas sem religião, cerca de 15 milhões. Pedro Ribeiro de Oliveira – Penso que sim. A religião está deixando de ser significativa. 15 milhões de pessoas que se dizem sem religião, para mim, é o dado que desperta curiosidade. Quando comecei a estudar sociologia da religião, tinha como axioma que o brasileiro é religioso, ou seja, todas as religiões são boas, todas levam a Deus, e o que não pode é não ter religião. Hoje, o caso é diferente. O fato de ter religião não é um indicador de que a pessoa seja boa, assim como o fato de ela não ter religião não significa que ela seja má. Houve uma mudança na cultura brasileira. O que significa exatamente esses sem religião, eu não sei. Gosto muito de um conceito pouco usado na sociologia, que é o de desafeição religiosa. Ou seja, a pessoa que desafeiçoa já não gosta mais de uma igreja. Quando uma pessoa se identifica no censo como católica, mesmo não praticante, ela está querendo dizer que a sua referência é aquela igreja, às vezes até por conta de uma relação afetiva com a mãe, por exemplo. Tenho impressão de que esse conceito seria central para entendermos os sem religião. IHU On-Line – Outro dado demonstra que 64% dos pentecostais avançam em segmentos mais vulneráveis da população, nas periferias urbanas, e entre famílias que ganham até um salário mínimo, 28% recebem entre um e três salários, 42% têm ensino fundamental incompleto. A questão econômica também passa a determinar a crença, a religiosidade? Pedro Ribeiro de Oliveira – Isso é difícil. Sem dúvida, quando se pensa que a religião tem a ver com dar um sentido para a vida, uma das grandes questões, especialmente entre os pobres, é se perguntar: “Será que Deus não gosta de mim?”, ou, “Por que eu sou pobre?”. Nesse sentido, o segmento pentecostal tem uma força grande em termos da difusão da crença, na nossa cultura, da existência dos demônios, ou seja, os demônios, os maus espíritos estão aí. Será que eles estão usando as religiões indígenas, religiões africanas, as religiões celtas que passaram para dentro do catolicismo? Então, o mundo está cheio de demônios, mas está cheio de deuses também. Por isso, para muitos é bom ter uma religião que seja capaz de expulsar os demônios, porque passam a ter uma vida melhor. Esse discurso é encontrado nas igrejas pentecostais, e isso “pega” bem para pessoas que vivem em uma situação muito difícil, para quem é plausível se dizer que esse mundo é do diabo, que nesse mundo não é bom de viver. Então, precisa-se de uma igreja capaz de “afugentar” o diabo. Essa é a minha explicação para tanto sucesso. IHU On-Line – O senhor concorda com a crítica de Antônio Flávio Pierucci de que há uma cultura econômica e capitalista entre as igrejas? Quais são as igrejas mais expressivas nesse processo? Pedro Ribeiro de Oliveira – Não concordo muito. Pierucci era um sociólogo muito inteligente, só que a linha dele era um pouco diferente da minha. Eu não diria que têm religiões que procuram o capitalismo, mas que há religiões que combinam melhor com a cultura capitalista. E de fato, o protestantismo, como demonstra Max Weber, combina bem com o espírito capitalista. Um grande teólogo já dizia: “O catolicismo também tentou se casar com o capitalismo, mas foi um casamento de interesse; não foi de amor”. Eu gosto muito dessa expressão. O catolicismo tem essa dificuldade com o capitalismo. O catolicismo, na sua expressão mais oficial, romana, está muito mais ligado a uma sociedade do tipo medieval e que preza mais a permanência do que a mudança, a evolução e a modernização. O protestante tem uma afinidade de que é preciso mudar, é preciso transformar, é preciso ir adiante. E o católico, quanto menos mexer, melhor será. De modo que essa questão da concorrência, a questão de acumular dinheiro não combina bem com o jeito católico de ser. Combina bem com a tradição protestante, e foi muito bem retomada pelo pentecostalismo. Então, aí sim, eu concordo que há essa afinidade. IHU On-Line – Que desafios os dados do censo apresentam para a Igreja Católica brasileira? Pedro Ribeiro de Oliveira – Diante dos dados do censo, fiquei muito curioso, e entrei no site do Conferência Nacional dos Bispos do Brasil – CNBB, e vi lá uma matéria dizendo que a Igreja está viva. Isso é muito interessante. A matéria informava que aumentou o número de paróquias e o número de padres. Isso é igreja viva? A paróquia é uma instituição medieval que na Idade Média era muito boa, e também foi boa para o mundo rural. Se tivesse aumentado o número de comunidades de padres, aí tudo bem, porque teria aumentado o número de padres presente ao lado do povo. Achar que aumentar o número de paróquias é aumentar a presença da igreja no mundo é um equívoco, no meu entender, de todo tamanho. E o segundo é dizer que a igreja está viva porque aumentou o número de padres. A igreja está mais clerical, porque aumentou o número de padres, mas o número de padres não representa a vitalidade para a igreja. A vitalidade da igreja sempre foi a atividade dos leigos. Tenho impressão de que a reação oficial da Igreja Católica, pelo menos nas matérias que pude ver, é um grande equívoco em termos sociológicos, ou seja, é ainda pensar em um modelo de igreja do Concílio de Trento. A força da Igreja, de qualquer igreja, está no que os protestantes chamam de congregar, ou seja, juntar pessoas que possam participar e sentir-se igreja. Creio que a experiência mais bem sucedida na Igreja Católica foram as Comunidades Eclesiais de Base, seguida dos grupos de oração, grupos de pastorais, que hoje chamam de novas comunidades. Esses programas buscam juntar pessoas leigas que se reúnem, celebram, leem a Bíblia para, a partir disso, influenciar no mundo. Aí está a força de uma igreja, a força pentecostal. A força pentecostal das igrejas evangélicas não é o número de pastores, mas o número de obreiros, que são pessoas leigas, que têm um entusiasmo pela religião. Trata-se da força de expandir da igreja para o mundo. Isso quer dizer: uma igreja é forte quando tem grupos de leigos que se reúnem para atuar no mundo. Hoje o que vemos é a força de atrair para dentro, ou seja, o bom católico é aquele que está na igreja. Isso aí é o definhamento da instituição. Na hora que os responsáveis pela igreja no Brasil levarem a sério esses dados geracionais, ou seja, a desafeição religiosa de jovens e adolescentes, espero que deem um recado a essa pastoral maluca que eles têm, que gasta todos os recursos para construir seminário e formar mais padres. IHU On-Line – Como os dados do censo em relação à religião devem se manifestar na política, considerando as próximas eleições? Pedro Ribeiro de Oliveira – Esse é um problema, tema para outra entrevista. Mas posso dizer que os partidos políticos se desfiguraram tanto, que agora a eleição passa a ser definida por filiação religiosa, ou entidade religiosa. Muitas pessoas votam num candidato porque ele é presidente do clube de futebol para o qual torcem. Misturam esporte e religião com partidos. Isso é uma pena para a religião, mas é pior ainda para a política. Não sei se os dados do censo serão importantes nas eleições, porque eles podem ser sempre utilizados de uma maneira ou de outra. Essa identificação do voto político com um candidato religioso funciona em alguns casos, mas nem sempre. Por mais que o pastor diga que para sua congregação religiosa votar em tais candidatos, às vezes isso acontece, às vezes não, porque o critério religioso não determina o voto.

quarta-feira, 11 de julho de 2012

Desde Trento

O Concílio de Trento acabou. Depois de cinco séculos A Igreja Católica pode escolher entre se reduzir a uma confederação de seitas, como as denominações evangélicas, embora em escala bem maior, ou valorizar uma tradição que a percorreu desde a Antiguidade até a Idade Média. A análise é de Marco Rizzi, professor de literatura cristã antiga da Università Cattolica del Sacro Cuore, em artigo para o caderno La Lettura, do jornal Corriere della Sera, 17-06-2012. A tradução é de Moisés Sbardelotto. Eis o texto. Seria um erro colocar os fatos tornados públicos pelos "corvos" do Vaticano no ritmo breve do noticiário. É preciso medi-los com os tempos longos próprios da Igreja Católica. Assiste-se, de fato, ao esgotamento do modelo de Igreja elaborado pelo Concílio de Trento na metade do século XVI, que o Concílio Vaticano II tentou atualizar às profundas mudanças ocorridas nos séculos posteriores . Doutrina e disciplina eram as palavras-chave do Tridentino: a univocidade dos conteúdos da fé, compendiados no catecismo emitido em 1566 por Pio V, acompanhava-se da detalhada regulamentação da administração dos sacramentos e de todos os outros aspectos da vida religiosa, até então marcada pela variedade das liturgias, dos cultos e das experiências (das peregrinações às mais diversas irmandades leigas), característica da época medieval. Graças à obrigação de observar em todas as Igrejas o calendário e a liturgia romanos (fez exceção somente ao rito ambrosiano), o fiel vivia uma experiência totalizante do espaço e do tempo: o seu horizonte imediato era a paróquia – que, não por acaso, mantinha, até a reforma napoleônica, os registros de nascimento, casamento, morte –, mas a participação na missa dominical e nos vários períodos do ano (Advento, Quaresma, Páscoa) o inseria em um fluxo que se ampliava a todo o mundo e à eternidade. A Cúria Romana estava no centro desse projeto: de corte de um soberano territorial, transformou-se em um verdadeiro órgão de governo central de uma realidade enorme e complexa, dotada de uma burocracia especializada que estendia o seu controle até o último dos sacerdotes. Uma burocracia que garantiu que a Igreja Católica instaurasse uma relação dialética, não subalterna nem conflitante, na competição com os emergentes Estados nacionais pelo controle dos indivíduos, ao mesmo tempo fiéis e súditos. O modelo tridentino vigorou durante cinco séculos, resistindo também à primeira onda de secularização que, no século XVIII, se seguiu ao Iluminismo e à Revolução Francesa. Ele começou a mostrar fissuras somente no segundo pós-guerra, com a cultura de massa e a possibilidade de experimentar, ao lado dos tradicionais, novos modelos de vida e de gestão do tempo. O Vaticano II tentou responder a essa situação mudada, conservando o sistema tradicional de doutrina e disciplina do culto, mas buscando encurtar a distância entre centro e periferia, entre experiência cotidiana do fiel e respiro eterno da fé. Nesse sentido devem ser entendidas a reforma litúrgica com o uso das línguas vernáculas (mas sempre no âmbito de um rito universal), a atenuação da ideologia hierárquica que havia dominado desde então a relação entre fiéis e clero (com o chamado universal à santidade), a própria reforma da Cúria. A atualização se chocou com a aceleração dos processos de secularização dos últimos 50 anos. Com o "retorno do sagrado" dos últimos tempos, emergiu, assim, uma religiosidade de ascendência quase medieval, baseada na espontaneidade e na excepcionalidade da experiência religiosa, conjugada com as características próprias da época tecnológica. Como também mostra o livro de Marco Marzano Quel che resta dei cattolici (Ed. Feltrinelli), a prática religiosa paroquial ordenada se esvaziou, substituída por peregrinações, cultos particulares, experiências ligadas a personalidades carismáticas. A catequese semanal foi substituída pelo fluxo ininterrupto das rádios marianas ou pela televisão dedicada ao Padre Pio, e a relíquia do santo foi substituída pela foto tirada com o celular no santuário. João Paulo II havia intuído isso. Com ele tiveram início as peregrinações relacionadas às Jornadas Mundiais (da família ou da juventude), o aumento das canonizações e a redução dos tempos exigidos (o grito "santo já", que ecoou em seu funeral, lembra a aclamação popular que levava à elevação aos altares na época pré-tridentina), a concentração na sua pessoa de um valor carismático mais do que institucional. Nesse quadro, pensou-se que os novos movimentos eclesiais, desvinculados da tradicional referência territorial, poderiam ser uma solução, fortalecendo novamente os fiéis na doutrina e na disciplina diante da secularização. Em outros tempos, havia acontecido algo do gênero. Basta pensar nos franciscanos e nas outras ordens mendicantes medievais. No entanto, embora muitas vezes em competição entre si, estas aportavam recursos, simbólicos e materiais, ao pontífice como vértice de uma Igreja ainda pouco estruturada no centro. Agora, ao invés, na presença de um governo e de um pontífice institucionalmente fortes, os movimentos parecem rivalizar para se apropriar de tais recursos, em detrimento de todo o corpo da Igreja. Exemplos significativos, em ótica ainda tridentina, são as demandas de liturgias próprias ou a criação de seminários subtraídos às diocese. Desse modo, o desvio sectário está sempre à espreita. A própria Cúria Romana, como toda burocracia em dificuldades para identificar com exatidão o objeto do seu próprio governo, tende a se consumir em conflitos internos e na proteção de posições particulares, embora afirmando que faça isso em nome do interesse superior do pontífice. A Igreja Católica, portanto, deve repensar a si mesma. Um pouco brutalmente, se poderia dizer que ela pode escolher. Reduzir-se a uma confederação de seitas, como as denominações evangélicas, embora em escala bem maior, ou valorizar uma tradição que a percorreu desde a Antiguidade até a Idade Média: compreender em seu próprio interior respostas muito diferentes às exigências postas pela fé e pela vida cristã, quase como se se tratasse de círculos concêntricos, acolhendo abertamente a todas, sem privilegiar nenhuma e indicando com doçura o percurso que, da margem mais extrema, conduz ao coração do anúncio evangélico. A abertura de Bento XVI aos divorciados, no encontro das famílias em Milão, pode ser lida como um passo nessa direção. PARA LER MAIS: • 01/03/2011 - Trento, o Concílio mais imaginado do que conhecido • 01/08/2010 - Trento: o futuro é aqui

quinta-feira, 10 de maio de 2012

León Magno, eleccion de obispos

339B1. «Faraonización» del ministerio En el proceso de «asimilación al imperio» que se abre en la Iglesia de esta época, sucede que los obispos se convierten en grandes señores del imperio y en grandes señores de la Iglesia. Se produce aquí un cambio de tal envergadura que ha podido hablarse de una cierta «faraonización» de los ministerios, sobre todo del ministerio episcopal: «Los 'ministerios', de puros 'servicios' que eran, pasan a ser 'poderes', y los ministros o servidores llegaron a adoptar hasta la indumentaria faraónica de los poderosos amos del imperio romano y de otros ámbitos de poder. Hasta la propia iconografía produjo, sobre todo en el oriente, la figura del Cristo Pantokrátor, ataviado con vestiduras regias que, según las primeras comunidades, sólo los enemigos pusieron sobre el cuerpo de Jesús para burlarse de él (Lc 23,11). En una palabra: ya la burla ha dejado de serlo, y no hace falta ningún maléfico Herodes para que los que se presentan como representantes de Jesús de Nazaret luzcan como sagradas unas vestiduras que en su origen fueron sólo una burla sacrílega. Y esta actitud faraónica de los ministros de la Iglesia no se releva únicamente a los símbolos externos, sino que incluía toda la tramoya del poder en todos sus ámbitos: político, social, económico e incluso judicial»F56F. Las nuevas «insignias» de que se reviste el obispo (desde el palio y la estola hasta el anillo, báculo y mitra) son símbolos del personaje «insigne» que ha pasado a ser, con enorme consideración social, con trato honorífico por parte de los emperadores y en el interior de la Iglesia. Desde comienzos del siglo V se aplica a los obispos el título de «summus pontifex», frente al «pontifex maximus» imperial, un título que hasta el siglo XII no queda reservado al papa. 111 Se explica así que el cargo de obispo se vuelva altamente apetecible, como fuente de privilegios, y como forma de tener en propias manos todos los resortes para ejercer un influjo poderoso en los asuntos de la Iglesia. Con todo ese bagaje, los obispos empiezan a ejercitar en la Iglesia un tipo de autoridad semejante en gran medida a la autoridad de este mundo. 92B340B2. Protagonismo del clero Una consecuencia eclesiológica de gran alcance se deduce de aquí, como ya hemos insinuado: el enorme protagonismo del clero dentro de la Iglesia, con gran detrimento del protagonismo del pueblo. La distinción entre clérigos y laicos empieza a adquirir esos rasgos característicos que se irán acrecentando a lo largo de los siglos y llegan hasta nosotros: división de la Iglesia en dos «categorías» de cristianos, en dos sectores perfectamente distintos que separan a los que tienen «poderes» de los que no los tienen, a los que gobiernan de los que son gobernados, releganlo al olvido la «comunión» eclesial. Reducidos los laicos a la pasividad y a la receptividad, desaparece el verdadero sentido de la comunidad cristiana, y los clérigos, en lugar de «sirvientes» de la comunidad, resulta que son ellos la comunidad, los que constituyen propiamente la Iglesia. Así la «jerarquía» adquiere sentido y consistencia en sí misma, como realidad autónoma y autosuficiente en la Iglesia, y como el sujeto de los privilegios civiles que vienen del imperio cristiano. Con esto, la Iglesia se convierte cada vez más en un cuerpo llamativamente deforme: por hipertrofia de la cabeza, y por atrofia de los demás miembros del cuerpo. Dada la situación de privilegio, crecen en importancia las «ordenes» dentro del «orden» clerical: por debajo de los diáconos, los subdiáconos; y luego las «órdenes menores» (ostiarios, lectores, exorcistas, acólitos), precedidas por la «tonsura», como signo de entrada en el «estado» clerical, previo a todo ejercicio de funciones. Cada «orden» se convierte en peldaño para ascender a otro «orden» superior, más privilegiado, hasta el punto de asimilar el ministerio eclesiástico a la carrera militar. Esta situación de privilegio contribuye también a la separación del estamento clerical respecto a los «laicos», que son ya el pueblo cristiano en general. El clero se concentra cada vez más en torno al altar, y, como personaje sagrado que se dedica a las cosas santas, debe revestirse de una forma de santidad que, ya en los siglos IV y V, significa asemejarse a los monjes. Los monjes surgen como protesta contra la mundanización de la Iglesia, y como huida del mundo para imitar, en forma ascética, la entrega hasta la muerte de los mártires. Nace así, entre los clérigos, la «ley de continencia» que, aunque en principio puede justificarse por el 112 57 Véase la cita del papa Siricio (384‐399), en J. I. González Faus, Hombres de la Comunidad, 126. 58 Parece ser que la primera alusión a la «ley de continencia» del clero aparece en el sínodo de Elvira (Granada) hacia el año 306, pero sólo a partir de finales del siglo IV aparece con frecuencia en decretales pontificias y sínodos de distintas regiones eclesiásticas, fundamentándola casi siempre en las exigencias de la «pureza cultual» (véase H. Jedin, o. c., II, 380‐385). 59 Así aparece ya en las Constituciones apostólicas, II, 57, 4‐5, compilación hecha por Julián de Halicarnaso en la segunda mitad de! siglo IV, a base de escritos anteriores como la Didajé, la Didascalía, etc. 60 Cf. E. Schillebeeckx, El ministerio eclesial, 77‐83. hecho de «estar absorbidos por las obligaciones constantes de sus trabajos»F57F, pronto empieza a sacralizarse, y a entenderse en referencia a la «pureza cultual», y como imitación de los monjes por parte de quienes no pueden retirarse al desierto, pero deben llevar una vida ascética de santidad exigida por su trato de los «venerandos misterios»F58F. Como consecuencia, esta separación se manifiesta cada vez más claramente en las celebraciones litúrgicas. En las basílicas hay ya un espacio reservado al clero, una especie de «sancta sanctorum», y otro gran espacio para los laicos, que empiezan a ser los «asistentes» a un espectáculo en que los verdaderos «celebrantes» son los clérigosF59F. De este modo, se va forjando una configuración de Iglesia dividida en compartimientos que, en gran medida, son compartimientos estancos. Desde esta época son ya fundamentalmente estos tres: el clero, los monjes y los laicos. 93B341B3. El caso particular de la elección de los obispos En medio de esta evolución perdura, a pesar de todo, la conciencia y la práctica, aunque con no raras excepciones, de la participación del pueblo en la elección de los candidatos al ministerio eclesiástico, sobre todo en la elección de los obispos. El célebre canon 6 del concilio de Calcedonia (451) no sólo condena las «ordenaciones absolutas» de presbíteros y diáconos (es decir, «sin que se le asigne claramente una comunidad local en la ciudad o en el campo»), sino que, en el espíritu del «derecho divino» del pueblo cristiano a la elección de sus dirigentes, de que hablaba san Cipriano, se determina que tales ordenaciones son «nulas e inválidas»F60F. Esta decisión del concilio apunta en varias direcciones: — La «jeirotonía», o mano alzada, como elemento constitutivo de la «ordenación». — La conciencia de que los presbíteros y diáconos no son meros «instrumentos» del obispo, que él pueda ordenar a voluntad y destinar luego a su antojo. La elección por parte del pueblo da al presbiterado consistencia propia, y no es un mero analogado inferior del orden episcopal. Algo que asoma de nuevo en el Vaticano II (LG 21 y 25). 113 61 San León Magno, Ad Anastasium. PL. 54, 633‐634. 62 Id., Ep. 13, 3: PL 5.1, 665. Puede decirse que, con lo ocurrido más tarde sobre este punto, "se ha producido, históricamente, una ruptura con el antiguo ordenamiento eclesial. (E. Schillebeeckx, o. c., 80, nota 6). Es muy probable que «la intervención total del papa en el nombramiento de los obispos no se imponga plenamente hasta la época de Avignon. Por aquella época, los papas andaban muy necesitados de dinero para mantener la fastuosa corte aviñonense, y el obispo que era nombrado por el papa debía entregarle un año entero de sus rentas» (J. I. González Faus, o. c., 127, nota 121). 63 Id. Ep. 119, 6: PL 54, 1046. — El rechazo de la ordenación «para sí mismo», que empezaba a darse entre los monjes y los «presbíteros en comunidad» de san Agustín. A pesar de las prácticas en contra, es evidente que este canon, de mediados del siglo V, reprueba tales prácticas, y debe seguir interpelándonos en la Iglesia actual. Los papas, a lo largo de todo el siglo V, defienden ininterrumpidamente la participación del pueblo en la elección de los obispos. Pero es san León Magno el que ha dejado constancia mayor de esta conciencia. Lo mismo que Cipriano, León Magno afirma tajantemente: «No se debe ordenar obispo a nadie contra el deseo de los cristianos y sin haberles consultado expresamente al respecto». Y formula algo que responde más bien a razones de elemental sentido común: «El que ha de presidir a todos, que sea elegido por todos», porque «al que es conocido y aprobado se le reclama con paz, mientras que al desconocido es menester imponerlo por la fuerza», y será constantemente «materia de disensión»F61F. Contra la práctica de ciertos «metropolitanos» de reservarse el nombramiento de «sus» obispos, León Magno escribe a uno de ellos: «No es licito a ningún metropolitano consagrar obispo a alguien por su cuenta, sin contar con el consentimiento del pueblo y del clero, sino que debe poner al frente de la Iglesia al que haya elegido toda la ciudad»F62F. Sin embargo, empieza a fallar el derecho de los laicos a «enseñar» y «predicar», sobre todo en presencia del clero. Aunque en los Statuta Ecclesiae Antiquae se reconoce aún ese derecho, san León Magno lo rechaza expresamente, tanto para los laicos como para los monjes, y lo reserva en exclusiva para el «orden sacerdotal», fundándolo además en la diversidad de miembros y de funciones que hay en el «cuerpo de Cristo», pero donde unos miembros son «superiores» y otros «inferiores»F63F. A pesar de todo, hubo todavía importantes teólogos seglares durante esta época. También se puede comprobar en este tiempo la participación del pueblo en la elección de una serie de papas, aunque «el ansia desenfrenada de la dignidad episcopal romana» volvía con 114 64 Baste recordar, por ejemplo, le elección del papa Dámaso (366‐384), en que el enfrentamiento entre los partidarios de los dos pretendientes produjo centenares de muertos, y obligó a una intervención cada vez mayor de la autoridad imperial (véase H. Jedin, o. c., II, 344). No obstante, todavía en el 418 el emperador Honorio dispone que «sí en el futuro volvía a darse el caso de tuna doble elección en Roma, la comunidad entera designaría en una nueva elección al obispo romano» (Ibíd.. 359). frecuencia prácticamente imposible la participación popularF64F. Lo cual nos lleva de la mano a otro tema importante: la consolidación progresiva del primado romano. 94B Rufino Velasco, Teólogo español