La necesaria higiene sobre los demonios
.(Por Jairo del Agua)
No deja de sorprenderme que todavía haya católicos y clérigos de distinto rango que insistan en hablar del demonio (el enemigo) y nos alerten sobre su peligrosa y oculta actividad.
Me incomoda enormemente la falta de actualización de esas personas y me duele que se sigan contando
"cuentos" al Pueblo de Dios para amedrentarlo con una imaginación tenebrista,
"la loca de la casa" según nuestra santa Teresa.
¡¡Por favor, señores sembradores de demonios, no me hagan daño a la Iglesia y, sobre todo, no me asusten a los niños!! ¿Les parecen pocos los peligros y daños de esta vida terrena para que tengan que importar cornudos e invisibles extraterrestres que nos acosen?
Es absurdo que esos "diablos" circulen ocultamente por nuestro mundo tentando a los humanos. Es ilógico, irracional y -una vez más insisto en este argumento- contrario al rostro de Dios revelado por Cristo.
No conozco, ni puedo imaginar, un padre que tenga una jauría de mastines por los pasillos de su casa, con la finalidad de morder, intimidar o confundir a sus propios hijos. ¿Tú puedes imaginar una situación así, aunque las mordeduras fuesen pequeñitas?
Si no puedes imaginar esa escena por irreal… ¿Cómo puedes creer que Dios Padre -infinita Bondad- nos ha soltado a todos los
"demonios" en esta nuestra casa provisional para tentarnos e inducirnos al mal? ¡Qué absurdo y qué infamante!
Bajemos, si quieres, un peldaño más. Supongamos que para el Creador solo somos mascotas que le acompañan y divierten. ¿Quién de vosotros pone un nido de pulgas (además invisibles, indestructibles y malignas) en la caseta del perro para que le irriten y le provoquen actuaciones erráticas y contra su naturaleza? ¿Entonces?
.
Más de uno ya estará pensando en replicarme que la Escritura menciona al demonio, a la fiera, al dragón, a la serpiente, etc., e incluso relata las
"tentaciones del Señor". ¡Ay la Escritura!
Lo que se escribió para iluminar nuestra razón y no para confundirla, lo hemos utilizado como cárcel de la luz. Hemos pretendido congelar toda evolución del pensamiento tras los barrotes cruzados de la
"literalidad" y la
"sacralización". La hemos leído como los niños un cuento de hadas. Nos hemos quedado con su contenido mágico, mítico e imaginario, y tal vez se nos ha escapado el subterráneo sentido pedagógico.
En la etapa mítica, por la que discurren la mayoría de los escritos sagrados, toda enfermedad, todo acontecimiento o pensamiento negativo, todo fenómeno incomprensible y luctuoso eran atribuidos al demonio (por eso se habla profusamente de endemoniados) o al castigo de Dios. Extremos ambos absurdos e incompatibles. ¡Qué horrible ceguera poner la mano de Dios en paralelo con el mal!
Pero
el demonio no es más que la mítica (ficticia, irreal, literaria)
personalización del mal, la figura antropomórfica o zoomórfica del mal. No es una persona real que nos sople al oído todas las atrocidades de que es capaz el ser humano. Sino
"un personaje", una figuración simbólica del MAL, especialmente del que no encontramos explicación racional.
De esto habla la Escritura y no de otra cosa.
Dios no tiene ni puede tener antagonistas, ni opositores, ni aspirantes a usurpar su trono. Esos son paralelismos humanos. Dios solo tiene
"hijos equivocados" que yerran el camino de la felicidad que Él les ofrece y se causan daño (mal) a sí mismos y a otros. Ese es nuestro drama: la ceguera (limitación) y la posibilidad de perjudicarnos (libertad).
.
Estas palabras de Santiago pueden darnos alguna luz:
"Nadie diga en la tentación que es tentado por Dios. Porque Dios ni puede ser tentado al mal ni tienta a nadie" (San 1,13). No tienta a nadie ni directa, ni indirectamente enviando diabólicos tentadores. Santiago además lo explica:
"Sino que cada uno es tentado por su propio deseo, que lo atrae y lo seduce. Después su propio deseo, una vez consentido, engendra el pecado; y el pecado, una vez cometido, produce la muerte" (San 1,14).
Son pues las
actitudes internas, que elegimos y cultivamos, las que construyen o corrompen al hombre. No el imaginario rabudo.
"Lo que sale de la boca procede del corazón y eso es lo que mancha al hombre. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, blasfemias. Eso es lo que mancha al hombre…" (Mt 15,18).
.
El verdadero
"demonio" nace de nuestra
LIBERTAD y de nuestra
LIMITACIÓN.
Somos nosotros los que engendramos el MAL con nuestra libertad abusada y nuestra escasa capacidad para percibir lo que nos hace daño. Todos los humanos buscamos la felicidad, eso es una evidencia. Sin embargo somos la criatura que más yerra, porque tenemos el privilegio de conducir libremente la vida. Ninguna especie viva de la creación (vegetal o animal) confunde su felicidad con su daño, su madurez con su perdición. Están guiadas por un instinto certero que las conduce sin error a su plenitud como individuos y como especie.
El ser humano es medio animal y medio ángel. Somos una especie híbrida (Dios sabrá por qué). Tenemos instintos animales pero no predeterminados, sino iluminados por el
"libre albedrío". Es decir, asistidos por una
inteligencia (que piensa y discierne), conducidos por una
libertad (que elige) y una
voluntad (que mueve). Es un privilegio, un enorme regalo, un hermoso velero a nuestra disposición para timonear hacia la felicidad.
Pero si nuestra libertad se empeña en conducirlo a los pantanos de la irracionalidad, quedaremos atrapados en la ciénaga. El ejemplo de los fumadores ilustra bien esta realidad. Buscan ser felices y fuman. Pero en realidad caminan hacia el sufrimiento. Lo mismo ocurre con quienes comen sin discernir o se suben al innecesario riesgo, etc.
Detrás de todas esas desviaciones de la felicidad no hay diablillos juguetones, ni demonios terribles, simplemente están los
"malos funcionamientos" de la persona (desequilibrios o desórdenes) en sus cuatro niveles:
ser, cuerpo, sensibilidad y centro cerebral (inteligencia, libertad y voluntad). Imagina, por ejemplo, un coche en el que sus distintas partes no estén perfectamente colocadas y atornilladas. ¡Imposible dirigirlo y llegar al destino! Lo mismo ocurre en la persona.
Y ya advierto que entre los
"malos funcionamientos" está el
"funcionamiento imaginativo" -uno de los más frecuentes y desequilibrantes-, que es precisamente el que promueven los sembradores de demonios. Empujar hacia la fabulación desde la religión supone un doble pecado:
desequilibrar a las personas y
corromper la religión.
Es totalmente absurdo pensar que para unirnos con Dios -fin de la religión y la creación-
Él mismo ha soltado en nuestro camino "invisibles monstruos infernales" que nos lo impiden. Estoy convencido de todo lo contrario: el Padre-Madre que nos creó ha jalonado la creación de innumerables señales que nos conducen a Él. Y además nos ha dotado de un potentísimo radar individual para no perdernos.
Lo que ocurre es que, montados en el potente auto de la
LIBERTAD, nos creemos dioses y nos saltamos el orden de nuestra propia naturaleza. Bien por nuestra
LIMITACIÓN o por la
LIMITACIÓN del
"ambiente humano" en que hemos vivido o vivimos. Así surgen los
"malos funcionamientos", nuestros desequilibrios (nuestros verdaderos y reales demonios), los que originan nuestras
"malas obras" y con ellas nuestra infelicidad y la de otros. Es decir, los sumandos del
MAL del mundo.
Hay quienes eligen conscientemente esos "malos funcionamientos" porque creen que así llegarán antes a la felicidad -siquiera sea puntual- y trucan el motor, desmontan las luces o hinchan las ruedas a reventar. Antes o después se darán la galleta, caerán en el sufrimiento. Esa es una de las causas de nuestras desgracias:
la LIBERTAD mal usada.
Hay quienes querrían acertar, conducir seguros hacia la felicidad, pero se equivocan inconscientemente y caen en
"malos funcionamientos" subconscientes. No se preocuparon por aprender el funcionamiento básico de la persona o no hicieron las revisiones necesarias. Ahí tenemos la otra causa de nuestras desgracias:
la LIMITACIÓN. Es la
"desnudez" de que habla el Génesis:
"Entonces se abrieron sus ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos" (Gen 3,7).
Lo cuenta Pablo:
"No hago el bien que quiero sino el mal que no quiero" (Rom 7,19). Limitación humana pura y dura, pequeñez de nuestra luz y fuerza. Por eso nos advierte:
"Es necesario que seáis constantes en el cumplimiento de la voluntad de Dios, para que alcancéis lo que os está prometido" (Heb 10,36). Eso prometido no es otra cosa que la felicidad célica y la terrenal por añadidura.
¿Y cómo se evitan las averías de la
LIBERTAD y la
LIMITACIÓN?
Con
DICERNIMIENTO, aprendiendo a distinguir lo que me lleva a la felicidad de lo que me lleva a la desgracia (aunque puntualmente me reporte satisfacción). Y con
FORMACIÓN personal (espiritual y sicológica) para ensanchar nuestra capacidad de consciencia y desarrollarnos como personas.
Es imprescindible poner los MEDIOS para aprender a conducir nuestra vida, estudiar el
"manual de instrucciones" del ser humano y enfilar el éxito evitando el fracaso, es decir, el dolor, el sufrimiento, la decepción, la ausencia de paz… Nuestra limitación humana no desaparecerá pero disminuirá. Los llamados
"manuales de autoayuda" apuntan en esa dirección aunque son insuficientes.
.
En conclusión,
que nadie nos meta miedo con supuestos demonios imaginarios. Bastantes demonios tenemos con los
"malos funcionamientos" (desequilibrios en lenguaje sicológico) o con los
"pecados capitales" (en lenguaje eclesial): soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
Esas son las siete bestias que patean el mundo y lo corrompen. Ese es el
MAL que nos acecha y puede asfixiarnos.
Esos son nuestros auténticos demonios -engendrados por nuestra estupidez- que emponzoñan el mundo y lo llenan de dolor. Ese es el
MAL, que se expande desde la
LIBERTAD y la
LIMITACIÓN humanas, y que nos devorará si no lo combatimos permanentemente.
De eso habla la Escritura y no de otra cosa.
No busques ni diablos ni tentaciones de seres extraterrestres. Busca tu
"manual de funcionamiento" como persona, busca en tu interior, aprende a identificar la felicidad auténtica, no quieras coger las estrellas reflejadas en inmundas charcas. Eso sólo lo hacen los rematadamente bobos. Y no consientas en convertirte en un demonio para los demás, en causante de mal y dolor. De ésos sí hay muchos, por desgracia, en nuestro
"ambiente humano".