COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE - TESTIMONIO LAICAL
Formé parte del equipo promotor que inició las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) en la Parroquia San Francisco Javier. Es difícil comprimir en este breve espacio las vivencias más significativas pues fueron muchas.
Primero significó compartir las condiciones de vida de la gente con la que trabajábamos: lo mismo las dificultades del transporte, la falta de agua, los apagones, el lodazal en algunas colonias que la pachanga, la reflexión, los conflictos, la elaboración y el estudio de la Red - Reflexión y la Red – Tema, el aprender a participar en las decisiones tanto en la Coordinación de las Capillas, en el Consejo Parroquial, en el equipo de Economía, Pastoral Social, de Catecismo, la Escuela Parroquial, etc. Las amistades que ahí se iniciaron, se fortalecieron y todavía las conservamos.
Segundo: la experiencia de participar en el equipo integrado por Paco Gómez, Ramiro de los Santos (alias Chiris), Alfredo Guardado, Patricio Gómez y yo. Creo que los sacerdotes le mostraron a la gente una visión distinta de lo que es ser sacerdote, y creo que Patricio y yo le mostramos a la gente una visión distinta de lo que es ser laicos y del trato fraternal e igualitario con los curas. Pocas veces se encuentra uno con compañeros tan queridos con los que se comparten las reuniones de planeación y de sueños, los objetivos, las tareas, las bromas, las “cheves”, las confidencias, a veces el techo y hasta la caja común.
La integración de la fe con la vida nos llevó a otras formas de participación fuera de lo religioso. De ahí surgieron: la Solidaridad con las luchas de Centroamérica, la Unión de Colonos y Solicitantes de Terrenos Solidaridad, el apoyo a los familiares de desaparecidos políticos, a trabajadores en huelga y a otros movimientos sociales, todo eso me encaminó a tomar otros rumbos cuando se dificultó el trabajo dentro de la Iglesia.
La manera en que celebramos Patricio y yo nuestra boda, la forma en que la gente nos mostró que nos aceptaba como pareja, su participación en la misa y en la fiesta que armamos, entre todos, en la casa junto a la capilla.
También fue significativo en mi vida el dolor de ver cómo se fue desviando la idea original de las CEBs en los años siguientes, después de la desintegración del equipo promotor por situaciones personales, la llegada de sacerdotes que no apoyaron el proyecto, la fragmentación de la parroquia, el desconocimiento de algunos nuevos participantes sobre la historia y su reticencia a reconocer el trabajo anterior, finalmente tener que dejar de trabajar en la parroquia porque Juan Ángel Acosta, un diácono enviado por el Arzobispo, así se lo exigió al Párroco.
María Teresa Cervantes Loredo
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