Crisis de confianza en la Iglesia Católica: el crudo diagnóstico de tres curas líderes y lo que viene
Rodrigo Tupper, Francisco Pereira y Cristián del Campo advierten que llegó la hora de los laicos... y de democratizar la institución. Sus vergüenzas y temores tras el caso Karadima. Sus diferencias, y su disposición a abrir las ventanas para que entre fuerte el soplido del Espíritu Santo.
por: Por Lilian Olivares. Fotos: Alejandro Ballart
viernes, 14 de octubre de 2011
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Un diocesano, un jesuita y un schöenstattiano se sientan a la mesa a conversar sobre el momento que vive la Iglesia Católica chilena.
Dos visten el clerigman, el cuello especial que usan los sacerdotes. El menor, que no lo lleva, tiene 41 años. El que le sigue, 48; y el mayor, 55.
Esto no es un chiste, sino la pura verdad. Tan cierta como el destape que tuvieron estos sacerdotes líderes hablando -en un encuentro convocado por "La Segunda"- de sus vergüenzas, sus críticas a la institución a la que pertenecen así como a la sociedad, y sus profundas esperanzas.
Se trata de Rodrigo Tupper , el diocesano vicario general del Arzobispado de Santiago; Cristián del Campo , el jesuita capellán de Un Techo para Chile; y Francisco Pereira , el shöenstattiano director de la Fundación "María Ayuda".
Los tres hicieron un diagnóstico crudo sobre las razones de la pérdida de confianza en la institución, que, según la encuesta anual de la Universidad Diego Portales conocida este miércoles, bajó en un 18,8% en el último año (de 42,9% a 24,1%). Y, mirando hacia adelante, plantearon caminos para recuperar no sólo la confianza, sino el fervor... unos con más fe que otros, pero esperanzados en que en 2012 se cumplen 50 años del Concilio Vaticano II y que llegó la hora de los cambios.
¿Quién no conoce a Rodrigo Tupper?
Anda mucho por el centro, toma el Metro y se conecta con el día a día de la gente de a pie. Hace un tiempo, en plena crisis Karadima, se subió al Metro y sólo miraba al techo.
-¿Por vergüenza?
-Sí, lo reconozco. Hasta que de repente pasó un perico grande, chascón y pensé "capaz que me diga algo", y fíjate que de puro tontón nomás, porque salió él antes que yo del carro y me dijo: "¡Arriba, padre, ánimo!".
Lo cuenta para expresar que, pese al gran cuestionamiento que ha habido a los sacerdotes, hay un pueblo fiel que, en su caso, el ciento por ciento de las veces, le ha dado muestras de cariño.
Al ver a Cristián del Campo sin el clerigman, preguntamos por los signos externos. Pero este cura jesuita no cree que el hábito haga al monje y Rodrigo Tupper se encarga de recordar que "puedo poner un ejemplo muy reciente: Un tipo con hábito súper alto y mira en lo que terminó. Hay signos que pueden ayudar, pero tú puedes ser igual una bestia con una sotana".
Tan franco como los dos anteriores, Francisco Pereira manifiesta que el clerigman no lo usa para señalar "aléjese de mí, soy intocable. Uno lo usa porque también quiere expresar una identidad". Junto con ello, hay algo que estos religiosos diversos en su singularidad tienen en común: están dispuestos a tratar con transparencia los temas que inquietan a los curas. Y eso es lo que hicieron, mezclando anécdotas con ideas de fondo que dan luces sobre lo que viene en la Iglesia Católica chilena.
EL DESPERTAR SOCIAL CIUDADANO, LA LENTITUD EN EL CASO KARADIMA... EL DESAJUSTE DE LA IGLESIA
Un despertar social muy profundo, advierte el padre Rodrigo Tupper. Los estudiantes, los movimientos ciudadanos, están dando prueba de ello. En ese clima inserta el religioso la crisis de su institución, cuyo epicentro han sido los abusos sexuales.
Y una crisis de autoridad generalizada en las instituciones aprecia el presbítero Francisco Pereira. Es lo que ve detrás de la encuesta UDP: "Es decir, quienes ejercemos autoridad de cualquier tipo no lo hacemos pensando en primer lugar con actitud de servir, de ayudar, de hacer el bien. Y eso produce un alejamiento, una desilusión y en definitiva una ruptura entre el que representa la autoridad y la gente que busca un referente en ellos. Cuando todos los que ejercemos autoridad nos esforcemos en escuchar a los otros, a descubrir la verdad de él, la novedad que trae, y no tratemos de imponer, de dominar, de mantenernos siempre en nuestras ideas, entonces comenzaremos a ganar la confianza perdida".
Cristián del Campo piensa que en la caída ha dolido más el porrazo porque en Chile la institución tenía un prestigio muy grande, y que "giró a cuenta de ese prestigio". Y como razón más inmediata ve el tema de "los abusos sexuales, los abusos de poder, la falta de transparencia, negligencia en el proceso (de Karadima). Pero habla de una razón más remota, que tiene que ver con un desacoplamiento progresivo, dice, de la iglesia con la sociedad.
-Nosotros estamos viviendo también, de una manera muy rápida en Chile, el paso que viven las sociedades más desarrolladas hacia una sociedad más secular. Y, por lo tanto, uno de los grandes desafíos es cómo se instala una iglesia con una propuesta donde hay que convencer en vez de imponer, y creo que para eso no nos hemos preparado. Incluso más, creo que la sociedad secular está de a poco rechazando con mucha fuerza a una institución que está muy desajustada, creo yo, con cosas que la sociedad misma ha ido reconociendo como valiosas y que no ve que la Iglesia las reconozca como valiosas: uno, el tema de la mujer. Segundo, el tema del cuerpo. Creo que ha habido una valoración muy grande de la corporalidad, de la sexualidad, y para nosotros todavía es un tema que no hemos sido capaces de tratar del todo bien. Tercero, la democracia, uno de los grandes logros de la segunda mitad del siglo XX Y nuestra iglesia es muy jerárquica.
Rodrigo Tupper hace un mea culpa de los sacerdotes en su calidad de mediadores de la palabra de Jesús :
-Obviamente que uno siente que hay un cuestionamiento al celibato, a nuestros compromisos, un cuestionamiento que tiene que ver con el mismo testimonio que como Iglesia hemos entregado. Mucha gente, especialmente aquellos que no están en ese pueblo más fiel, cree menos en lo que nosotros testimoniamos. Y eso es complicado, porque uno, entre muchas cosas que son propias de nuestro ministerio, está llamado a entregar la palabra de Dios, y si el mensajero no es del todo creíble, obviamente que hay algo ahí que se derrumba, que el mensaje tiende a llegar menos, la gente tiende a prescindir del mensajero.
Francisco Pereira ve un peligro en esto:
-Yo creo que el peligro es decir ya, quitemos todos los instrumentos humanos. Me acuerdo que en Alemania había una frase típica: "Jesús sí, Iglesia no". Eso es muy típico también de una sociedad moderna. Y yo creo que hoy pasa un poco eso también.
Pero también advierte el derrumbe de ciertos mitos o estereotipos del sacerdote intocable, lo que se refleja en el cambio en el trato a los curas. A él, al menos, le resulta cómodo un trato más igualitario, si bien advierte:
-Es cierto que en otros sectores sociales les gusta la distinción, que el religioso tenga el título y que lo traten de monseñor, pero uno no está ni ahí con eso.
Y confiesa:
-De repente ha habido momentos en que uno quisiera andar sin distintivo. Por ejemplo, si cometo un error del tránsito me van a colgar porque "el cura tal por cual, además de infringir...", te van a tirar el calificativo de pedófilo. Pero hay que perder los miedos, porque la gente es mucho más comprensiva y también misericordiosa con uno.
Pese a todo, a Tupper le fascina el tiempo que le tocó vivir.
-Soy un agradecido de Dios de vivir en esta época de la historia. Tengo la más total íntima convicción de que esto lo conduce el Espíritu Santo y El es el que lleva firmemente el timón de la barca, no cabe duda. Y por eso, no tengo temor. Las crisis son una inmensa oportunidad de evangelización, de proclamar al Señor Jesús en el que yo creo, cercano a los débiles, frágiles, pobres, de los que estaban botados al borde del camino, los que estaban despreciados por el mundo. Y dar testimonio de eso en estos tiempos me parece un regalo.
Cristián del Campo afirma que también es un esperanzado, pero dice que tiene una diferencia con Tupper:
-Yo creo que el Espíritu Santo está soplando, pero depende de nosotros abrir las ventanas, que puede ser muy purificador para la Iglesia. Pero tengo la sensación que como Iglesia abrimos las ventanas y nos vino tanto frío, porque sopla el Espíritu fuerte, que las empezamos a cerrar demasiado pronto, y volvimos a vivir calentitos.
Rodrigo le responde:
-La gracia supone una naturaleza, así que yo estoy totalmente convencido de que la acción del Espíritu depende de una manera muy importante de lo que hagamos nosotros, pero por cierto de lo que dice tu padre, nuestro padre, San Ignacio, que sabemos que hacemos todas las cosas como que dependieran de nosotros, pero sabemos que todo depende de Dios. La mediación humana es importante, sin duda, evidentemente que nosotros podemos ser los grandes dificultadores de la acción del Espíritu o los grandes facilitadores. Claro que me siento desafiado también, y con una situación al interior de la Iglesia porque es claro que tenemos diferencias de ver la realidad del mundo de una manera distinta. Y no hay problema en que así sea, si es parte de la diversidad.
LA HORA DE LOS DIACONOS PERMANENTES... Y DE LOS LAICOS
Los tres curas están atentos a los movimientos ciudadanos.
Cristián del Campo:
-Aquí hay una cosa muy profunda, de un modelo que tiene una serie de beneficios que sería muy estúpido ignorarlo, pero que tiende a separar, a excluir. Es un modelo muy funcional a los que les va bien, pero a las grandes mayorías no. Aquí es donde uno echa de menos un liderazgo que nos una. Cuando el Presidente no tiene respaldo, la oposición no tiene respaldo, la misma Iglesia no tiene respaldo, estamos un poco huérfanos de quien nos pueda decir "tenemos entre manos una oportunidad que se presenta una vez cada cien años, donde pasamos a ser un país desarrollado y mucho más humano para muchos más, o se sigue siendo el mismo país en vías de desarrollo que logrará un nivel de desarrollo para un grupo. ¿Qué queremos? ¿Qué estamos dispuesto a hacer, qué estamos dispuestos a sacrificar? Para eso se necesita un tipo de liderazgo que lamentablemente no tenemos. Y cuando uno mira los dos lados, la oposición, el gobierno, sacándose cuentas chicas, uno pierde un poco la esperanza.
Francisco Pereira:
-Este mundo que nos toca vivir en general está saturado de materialismo muy fuerte, donde no está en el centro la persona, sino que la eficiencia, el dinero, el éxito. Y hay una búsqueda espiritual muy fuerte: eso no se ha perdido. Por eso, hay mucho que hacer.
-En este ambiente de desconfianzas, ¿creen que en el futuro próximo de la Iglesia se van a posicionar los diáconos permanentes?
Cristián del Campo:
-Ojalá que sí, pero ojalá que no sea solamente por necesidad. Sería fatal.
Francisco Pereira:
-Yo creo que más que la hora del diácono es la hora del liderazgo del laico.
Rodrigo Tupper:
-Dentro de las muchas bendiciones y regalos que nos trajo el Concilio Vaticano II estuvo la de restaurar el diaconado permanente de la Iglesia. Y eso ha dado frutos extraordinarios. El sábado pasado se acaban de ordenar 22 diáconos permanentes. Son más de 320 en Santiago, y somos 258 curas diocesanos. Creo que la clave está también en lo que decía Francisco: es la hora de los laicos. Tiene que haber mucha más presencia de ellos. Por ejemplo, en la Iglesia de Santiago el señor Arzobispo tiene un consejo de vicarios. Yo creo que tiene que haber una instancia en que haya una cosa mucho más periódica, con presencia de los laicos, de las mujeres: que estén en los lugares donde se toman decisiones para las orientaciones pastorales, para la vida cotidiana de la iglesia. Puede ser una gran oportunidad para volver a revitalizar la Iglesia.
-¿Democratizarla?
-Puede que el término no sea democratizar, sino de mayor participación.
El jesuita Del Campo acota:
-Yo creo que no hay que tenerle miedo a la palabra, sabiendo que creemos en el sacramento del orden, pero eso no quita que haya instancias de participación que recojan el diálogo, la diversidad, para temas muy fundamentales.
Abiertos a discutir el celibato... pero, "eso no soluciona la crisis" Ante la crisis por denuncias sexuales, les preguntamos qué piensan sobre el matrimonio para los curas. Del Campo estima que el celibato no es de la esencialidad del ministerio sacerdotal. "Yo no vería mal, y no me extrañaría en el futuro, para aquellos sacerdotes que no hacen un voto explícito, que pueda plantearse esa posibilidad. Pero eso no implica que haya sacerdotes que hagan votos y puedan seguir consagrándose plenamente a esa vida".
Tupper recuerda que existen sacerdotes casados, especialmente en Medio Oriente. Considera que acá es un punto que hay que discutir sin temor "porque no está en los esencial del sacerdocio y además no es una ley divina sino eclesiástica. En todo caso, da su testimonio: "Para mi el celibato tiene una importancia en sí misma fundamental en mi vida de cura. Porque yo con el celibato quiero dar un testimonio del reino de Dios en el amor único a Jesucristo y de servicio a la comunidad. Para es soy célibe. Lo que no quita que otro cura no tenga que dar ese testimonio y pueda casarse".
Pereira:
-Independiente de que se abra el dialogo a este tema, la crisis de la Iglesia que vemos hoy no se va a solucionar con que los curas se casen. Tiene que fortalecerse la vocación consagrada, laical, diaconal. Que todos seamos casados o consagrados no soluciona ni la confianza ni la credibilidad ni la crisis.
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