El grito de Montesinos, ayer y hoy
Víctor CODINA sj
Sucedió hace 500 años
En diciembre de 1510, una pequeña comunidad de frailes dominicos desembarca en la isla caribeña de La Española (hoy territorio de República Dominicana y Haití). Esta comunidad misionera, encabezada por Pedro de Córdoba, procedía del convento de San Esteban de Salamanca, uno de los centros más famosos y más abiertos de la Orden Dominicana.
Es una comunidad pobre y que quiere anunciar la Palabra desde su contexto de inserción en la realidad de la conquista española: desde hacía 19 años los habitantes de las llamadas Indias occidentales padecían la explotación y malos tratos, porque los conquistadores sólo buscaban oro y hacerse ricos con la sangre de los indios a los que trataban como animales.
La comunidad analiza los hechos, examina a la luz del evangelio la inhumana opresión que sufren los indígenas, se pone de parte de ellos y consciente de la gravedad de la situación decide denunciarla públicamente ante los conquistadores y notables españoles, entre los cuales estaba el almirante Diego de Colón, el hijo de Cristóbal Colón. Entre todos los miembros de la comunidad elaboran el sermón que encargan pronunciar a fray Antonio de Montesinos, buen predicador. Escogen la fecha del Cuarto domingo de Adviento y toman como punto de partida la frase de Juan Bautista: “Yo soy la voz del que clama en el desierto”.
El texto de este profético discurso pronunciado el 21 de diciembre de 1511, lo conocemos gracias a Bartolomé de Las Casas, entonces cura encomendero, presente en el templo:
“Esta voz, dijo él, dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéís en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tantas infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen o no quieren la fe de Cristo” (1).
El impacto del sermón fue grande, “los dejó atónitos, a muchos como fuera de sentido, a otros más empedernidos y algunos como compungidos, pero a ninguno, a lo que yo entendí, convertido”, anota el cronista. Diego Colón y los notables salieron indignados y decidieron reprender al predicador por aquella doctrina nueva y escandalosa que iba contra el rey, que era quien autorizaba a los conquistadores el tener indios en las encomiendas a su servicio. Exigían una pública retractación.
También Bartolomé de Las Casas se indignó con aquel sermón que atacaba directamente su situación de encomendero. Sólo años más tarde, reflexionando sobre textos del Eclesiástico (4,1-6; 34,18-22) que afirman que Yahvé no acepta las ofrendas manchadas con sangre, Las Casas cambió de rumbo, ingresó en la Orden dominicana y nombrado obispo de Chiapas, se convirtió en el gran defensor de los indígenas.
Al domingo siguiente, Montesinos subió de nuevo al pulpito y en lugar de retractarse dijo que en adelante no confesarían a los españoles, ni les darían la absolución, y recalcó que podían quejarse ante quien quisieran, pero ellos seguirían predicando el evangelio (2).
La noticia llega a la corte española, el superior Pedro de Córdoba es llamado a declarar ante el rey Fernando el Católico de Castilla, el mismo provincial de los dominicos Alonso de Loaysa se pone de parte del rey y del gobernador de La Española, se enoja reprende a sus hermanos por tan escandalosa predicación, perjudicial a su orden. Sin duda se han dejado engañar por el demonio y les manda que nadie siga con este tipo de predicaciones, bajo pena de incurrir en pecado grave y en excomunión.
Esta denuncia profética naturalmente es conflictiva no sólo para la Corona sino también para la Iglesia. Toda denuncia profética tiene un precio a pagar. Lo mismo le pasó a Jesús de Nazaret cuando proclamó su programa mesiánico de evangelizar a los pobres en la sinagoga de Nazaret: le quisieron despeñar (Lc 4,16-30).
En realidad, como afirma Gustavo Gutiérrez, tanto Diego Colón como el rey y el mismo Laoysa no se equivocaron en su juicio, pues se dieron cuenta de que el grito de Montesinos no sólo cuestionaba el modo cómo se trataba a los indios sino que atacaba de raíz la misma conquista y el injusto sistema colonial hispánico (3). De este sermón de Montesinos de 1511 ahora se cumplen 500 años.
Pero el grito de Montesinos. aunque fue el primer grito libertario en América Latina, no fue el único. Puebla no los recuerda en un texto conocido:
“Intrépidos luchadores por la justicia, evangelizadores de la paz como Antonio de Montesinos, Bartolomé de Las Casas, Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, Juan del Valle, Julián Garcés, José de Anchieta, Manuel Nóbrega y tantos otros que defendieron a los indios ante los conquistadores y encomenderos, incluso hasta la muerte, como el Obispo Antonio Valdivielso, demuestran con la evidencia de los hechos, cómo la Iglesia promueve la dignidad y la libertad del hombre latinoamericano” (4).
Líneas de fuerza del sermón de Montesinos
Quizás lo que llama la atención es que Montesinos comience arguyendo a partir de lo que hoy llamaríamos los derechos humanos: “¿con qué derecho y justicia” ”¿con qué autoridad” “¿cómo los tenéis tan opresos y fatigados?” “¿estos no son hombres?” “¿no tienen ánimas racionales?”. Sin duda la escuela dominica de Salamanca de la que provenían, donde había grandes pensadores tomistas como Soto y Vitoria, influyó en esta visión antropológica primordial. Antes de invocar valores evangélicos, acuden al sentido humano, a la humanidad, a la honestidad con lo real, al respeto a las personas humanas, a un mínimo de sentido de compasión ante el sufrimiento ajeno. La cuestión sobre Dios es ante todo una cuestión sobre la realidad.
Esto supone que la comunidad dominica tenía una cercanía al mundo de los indígenas, que le llevaba a mirar la historia desde abajo, desde su reverso, desde los que sufren sus consecuencias, lo cual les llevó a asumir lo que hoy se llama la opción por los pobres. Antes que los intereses y pretendidos derechos de los conquistadores, está el sufrimiento de los indios.
Montesinos comienza haciendo memoria de estos sufrimientos, memoria de la pasión del pueblo, memoria passionis (J.B.Metz). Los colonizadores han agredido violentamente al tener, al saber y al ser de los indígenas, ha sido “un contexto de injusta invasión y no sólo de un territorio y sus recursos, sino de las más secretas identidades; violación y negación de visiones del cosmos y sabidurías de vida, secretos e iniciativas” (5). No es posible permanecer impasibles ni neutrales ante el sufrimiento, no pueden pasar de largo, como el sacerdote y el levita de la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-35). En el sufrimiento de los indios contemplan y experimentan el sufrimiento del Señor (Mt 25,31-45).
A partir de aquí brota la denuncia de la ideología de la conquista que teóricamente se justifica para poder evangelizar a estos pueblos, pero que en realidad se ha convertido en “sacar y adquirir oro cada día” y por esto “los matáis”. Forma parte de este engaño, de este sueño letárgico en el que están dormidos, el que no se preocupen en absoluto del bien espiritual de los indios, de su evangelización, bautismo, celebración del domingo y fiestas...
La consecuencia de todo ello es que los conquistadores están en pecado mortal, que no se podrán salvar mientras persistan en su actitud abusiva y en la práctica de las encomiendas. Y les pone el ejemplo de los moros o turcos que no tienen fe, que según la visión teológica de aquella época, no se podían salvar: tampoco ellos se salvarán. Por esto mismo, mientras no haya una profunda conversión, no los podrán confesar ni dar la absolución de sus pecados. Sin duda estas duras palabras debieron sacudir a sus oyentes, pues no estaban acostumbrados a tanta contundencia.
Actualidad del sermón de Montesinos
Ya no es el imperio hispano-luso, son las multinacionales, las estructuras económicas neoliberales, los intereses del mercado, los nuevos poderes mundiales, los que crean diferencias abismales entre los ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres, que ahora son masas desechables, insignificantes, despreciables, efectos colaterales de una economía tremendamente injusta, pero que se considera políticamente correcta (6). A los nuevos conquistadores no les mueve el sufrimiento del pueblo, ni el destrozo de la ecología, ni el avasallamiento de las culturas. Siguen dormidos en un sueño letárgico profundo.
También han surgido en estos últimos años voces proféticas, verdaderos defensores de los indios, Santos Padres de América Latina, como Proaño, Méndez Arceo, Laguna, Samuel Ruiz, Helder Cámara, Lorscheider, Pironio, Silva Henríquez, Romero, Angelelli…los documentos de Medellín y Puebla, la teología de la liberación, las comunidades de base, la vida religiosa inserta entre los pobres auspiciada por la CLAR…También ha habido reacciones del imperio de turno, ha habido mártires en todos los sectores de la Iglesia, desde obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas a campesinos, catequistas, indígenas, mujeres y niños, gente del pueblo pueblo.. Los sucesores de Fernando el Católico, el “sistema” no admite críticas ni cuestionamientos, nunca perdona ni olvida. La pasión de Jesús sigue presente y actual en el pueblo sufriente, en “los crucificados de la historia”.
A nivel eclesial también hay terremotos y tsunamis. Después del carácter claramente restauracionista de los últimos pontificados y a pesar de grandes concentraciones masivas religiosas y de los show mediáticos que parecen insinuar que nada pasa, la barca de Pedro se zarandea en una crisis que desde el tiempo de la Reforma no se había visto. Los escándalos sexuales son sólo la punta del iceberg de una profunda crisis, algo huele a podrido…La cristiandad ha explotado aunque su agonía sea lenta. Jóvenes y mujeres abandonan silenciosamente la Iglesia. En América Latina los representantes oficiales de la Iglesia ya no son, como en tiempo de Montesinos, la voz de los sin voz, pues los pobres y los indígenas ya tienen voz propia. Muchos piensan que la teología de la liberación ya ha muerto. A Roma ahora la preocupa sobre todo la teología asiática del diálogo inter-religioso.
En medio de esta caótica situación mundial y eclesial, en medio de esta crisis, en esta noche oscura, hay signos apocalípticos de que algo nuevo está naciendo, hay nuevos sujetos emergentes en la sociedad y en la Iglesia: jóvenes, pobres, indígenas y afros, mujeres. Se escucha el grito de que “otro mundo es posible”, también de que “otra Iglesia es posible”.
Como en los orígenes de la creación, en medio de la noche y del caos reinante, el Espíritu genera vida (Gn 1,2) y hace nacer un mundo nuevo, diferente. Este caos anuncia dolores de parto de la creación (Rm 8,20), los centinelas divisan que los almendros comienzan a florecer en medio del invierno mundial y eclesial. El Espíritu del Señor está activo, estos signos de muerte son preludio de resurrección, la piedra del sepulcro comienza a removerse, las mujeres son las primeras en darse cuenta y en creer en la resurrección (7).
En este nuevo contexto el grito de Montesinos también vuelve a resonar de nuevo: “¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado que estáis no os podéis salvar”. Es necesario cambiar de rumbo, despertarnos, tomar conciencia de que algo nuevo está naciendo (Is 43, 19), porque, hoy como ayer, el Señor quiere hacer todas las cosas nuevas (Apoc 21,5). En América Latina todavía estamos en tiempo de Adviento…
NOTAS:
1 Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, Libro III, c. 4
2 Víctor Codina, Opción por los pobres en la Cristiandad colonial, en De la modernidad a la solidaridad, Lima 1984, 259-282; Víctor Codina, Noé Zevallos, Vida religiosa. Historia y teología, Madrid 1987, 76-81.
3 Gustavo Gutiérrez, En busca de los pobres de Jesucristo. El pensamiento de Bartolomé de Las Casas, Lima 1992, 58 .
4 Puebla 8.
5 Antonieta potente, Eco de un sermón: entre arquetipo y realidad. Otro diálogo es posible, Yachay (Cochabamba), nº 53, 28( 2011) 47-58, cita pág 50.
6 Aparecida 65.
7 J. Moingt, Les femmes et l´avenir de l´Eglise, «Etudes» (Paris), janvier 2011, 67- 76, que concluye con esta predicción profética: “La mujer es y será el futuro de la Iglesia”.
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