S. E. R. Mons. John WONG SOO
KAU
Arzobispo Coadjutor de Kota Kinabalu
(Malasia)
Lunes, 15 de octubre de
2012
La llamada a una
nueva evangelización presupone darse cuenta de que nuestros actuales métodos y
expresiones ya no son atractivos o interesantes para el mundo, sin rumbo, inmerso e incluso impulsado por cambios acelerados por
los progresos científicos y tecnológicos, así como por la avidez de los
hombres.
Después del
Concilio Vaticano II se han organizado numerosas reflexiones y conferencias a
varios niveles, para tratar de leer y comprender los signos de los tiempos.
Asimismo, se han emitido muchas declaraciones y exhortaciones a fin de que las
Iglesias locales respondiesen a las situaciones cambiantes con valentía y
esperanza.
Pero estos
mensajes no se han logrado transmitir de modo suficientemente rápido y amplio.
Tenemos que admitir con humildad que en el pasado nuestras respuestas iban
rezagadas respecto a los cambios del mundo. Simplemente no somos capaces de
ofrecer soluciones a las personas y las sociedades atrapadas en estructuras y
ocasiones de pecado. Las leyes nacionales o las poderosas fuerzas que controlan
los medios de comunicación suprimen nuestras voces.
Deseo
mencionar también la dimensión de un movimiento hacia el fanatismo y el
extremismo (cf. Instrumentum Laboris nº 63-67). Por tanto, existe una necesidad
urgente de revisar nuestros métodos para transmitir las enseñanzas de la Iglesia
en términos de léxico, formato, expresiones y medios.
En un mundo en el que crecen los
conflictos entre creencias e ideologías, debemos preparar a nuestros laicos,
minoritarios en algunas regiones, como Asia, para que puedan responder a las
situaciones críticas, en las que su fe se ve amenazada. El diálogo
interreligioso tiene que ser un elemento crucial en sus programas para una nueva
evangelización. Al mismo tiempo, tenemos que asegurarnos de que ante todo se
protejan los derechos fundamentales de los cristianos en cuanto minorías en
determinadas regiones y se fortalezca su fe.
Si los
líderes de la Iglesia no son capaces de reaccionar ante los cambios del
mundo, ¿cómo podrán ayudar a los demás? Escándalos,
malos líderes, estilos de vida materialistas y la pérdida del celo pastoral son
algunas de las dificultades de nuestra misión evangelizadora. En vista de la condición especial de los ministros
ordenados, es preciso reconsiderar seriamente la formación en los seminarios. La
vida casi monástica, intelectual, fácil y cómoda (aislada del mundo) ha
fracasado a la hora de formar pastores competentes y que respondan a las
necesidades de las personas hoy y en el futuro.Por último, otra cuestión
es cómo ayudar a nuestro pueblo a seguir siendo testigos creíbles del Evangelio
en el mundo contemporáneo. Propongo que la Doctrina Social sea un elemento
esencial e indispensable de nuestra catequesis y homilías. La Buena Nueva
explicada a la luz de la Doctrina Social puede resultar más aceptable para la
mente inquisitiva del hombre moderno.
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