DECLARACIÓN SOBRE LA AUTORIDAD EN LA IGLESIA
CATÓLICA
160 TEÓLOGOS Y TEÓLOGAS DE LA IGLESIA
CATÓLICA, feedback@churchauthority.org
ECLESALIA,
18/02/13.- Con
ocasión del 50º aniversario del Concilio Vaticano II (1962-1965), invitamos a
todos los miembros del Pueblo de Dios, a evaluar la situación de nuestra
Iglesia.
Muchos de los temas clave del
Vaticano II todavía no han sido implementados, en absoluto, o lo han sido sólo
parcialmente. Esto ha sido debido a la resistencia de algunos sectores, pero
también a una cierta dosis de ambigüedad que se dejó pasar en algunos de los
documentos conciliares.
La principal causa del actual
estancamiento radica en su incorrecta interpretación y la mala aplicación en lo
que concierne al ejercicio de la autoridad en la Iglesia. Concretamente, los
siguientes temas requieren una corrección urgente:
La función del papado necesita ser
redefinida claramente en la línea de la intención de Cristo. Como supremo
pastor, unificador y principal testigo de la fe, el Papa contribuye
sustancialmente a la buena salud de la Iglesia universal. Sin embargo, su
autoridad no puede oscurecer, disminuir ni suprimir la autoridad auténtica
otorgada directamente por Cristo a todos los miembros del Pueblo de
Dios.
Los obispos son vicarios de Cristo, no
vicarios del papa. Tienen una responsabilidad inmediata de sus diócesis, y una
responsabilidad, compartida con los otros obispos y el papa, respecto a la
comunidad de fe mundial.
El Sínodo de los obispos debe asumir un
papel más decisivo en la planificación y en la orientación del mantenimiento y
el crecimiento de la fe dentro de nuestro complejo mundo actual. Para llevar a
cabo esta tarea, el sínodo de los obispos necesita ser dotado de unas
estructuras apropiadas.
El Concilio Vaticano II ordenó que
debía haber colegialidad y
corresponsabilidad en todos los niveles. Esto no ha sido llevado a cabo.
Como estableció el Concilio, los consejos presbiterales y los consejos
pastorales, deben involucrar a los creyentes más directamente en las tomas de
decisión concernientes con la formulación de la doctrina, la gestión de la
pastoral y la evangelización de la sociedad secular.
El abuso de nombrar para puestos
directivos de la Iglesia a candidatos de una única forma de pensamiento, debe
ser erradicado. Se debe establecer nuevas normas, y una supervisión sobre su
cumplimiento, para asegurar que las elecciones para tales puestos sean llevadas
a cabo de una manera limpia y transparente, y en cuanto sea posible,
democrática.
De Ecclesialia.
La Curia romana requiere una reforma más
radical, en la línea de las instrucciones y la visión del Concilio Vaticano II.
La Curia debería continuar existiendo por sus útiles servicios administrativos y
ejecutivos.
La Congregación para la Doctrina de la Fe
debe ser asistida por comisiones internacionales de expertos, que han de ser
escogidos de forma independiente, sobre la base de su competencia
profesional.
Estos no son, ciertamente, todos los
cambios necesarios. Somos conscientes de que la puesta en marcha de estas
reformas estructurales deberá ser elaborada con detalle, según las posibilidades
y limitaciones de las actuales y futuras circunstancias. Sin embargo queremos
destacar que estas siete reformas sugeridas son urgentes y que su puesta en
marcha debe comenzar inmediatamente.
El ejercicio de la autoridad
de nuestra Iglesia debe emular las normas de transparencia, de rendición de
cuentas y de democracia que son practicadas en la sociedad moderna. La autoridad
en la Iglesia debe ser percibida como honesta y digna de confianza, inspirada
por un espíritu de humildad y de servicio, mostrando preocupación por la gente
más que por las reglas y la disciplina, transparentando a un Cristo que nos hace
libres, y escuchando al Espíritu de Cristo que habla y actúa a través de cada
persona. (Eclesalia
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