LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI Y EL
PAPADO
JOSÉ AROCENA, jarocena@ucu.edu.uy
URUGUAY.
ECLESALIA,
26/02/13.- La renuncia de Benedicto XVI fue sin duda
un hecho importante. No parece sin embargo que lo más destacable de este suceso
sea la danza de nombres con que la prensa se ha entretenido durante los días
siguientes al anuncio. Un artículo de José María Castillo publicado en su blog
“Teología sin censuras” el pasado 12 de febrero lleva por título “El problema no
es el Papa… el problema es el papado”. De alguna manera, lo que José María
Castillo quiere destacar es que si bien el nombre del futuro Papa puede tener
importancia, lo que la Iglesia debe examinar es ese conjunto de tradiciones y
formalismos que hacen del Papa una figura extraña y lejana del hombre y la mujer
contemporáneos. Su carácter de obispo de Roma “primus inter pares” (el primero
entre iguales) queda desfigurado tras esa imagen de “sumo pontífice” a lo que se
agrega ese apelativo de “santo padre”. Dice Castillo:
“Lo
mejor de esta renuncia, a mi entender, es que nos desvela -quita el velo- a una
mal entendida tradición en la Iglesia, centrada en costumbres y atavismos
formales que han llegado a tener una importancia absolutamente desproporcionada
e incluso contraria al espíritu y a las prácticas auspiciadas por el
Maestro”.
En estas pocas
palabras, se expresa con acierto lo que el papado es actualmente, señalando
incluso que ese conjunto de “tradiciones” son contrarias al espíritu y a las
prácticas que caracterizaron la vida de Jesús y que los evangelios nos han
trasmitido.
Entiendo por
ese conjunto de costumbres y atavismos formales, tanto lo relacionado al boato
del Vaticano completamente fuera de época, como a las formas de administrar la
Iglesia marcadas por un férreo centralismo basado en una interpretación al menos
abusiva, de la pretendida infalibilidad papal.
El centralismo
romano no resiste hoy al cambio de época. Como dijo el Cardenal Martini pocos
días antes de morir: la Iglesia está al menos dos siglos atrasada. No puede
relacionarse con el mundo una Iglesia que se está encerrando en sí misma, que
está repitiendo fórmulas y proponiendo prácticas que poco tienen que ver con el
gigantesco cambio de época al que estamos asistiendo.
Las voces de
la Iglesia en los distintos continentes temen expresarse ante los desbordes
autoritarios del centralismo romano. ¡Esa es la cuestión del papado! Sin ir más
lejos, el reciente Congreso de Teología llevado a cabo en la sede de la
Universidad jesuita de Unisinos (Porto Alegre) que reunió a más de 700
cristianos laicos, sacerdotes, religiosos y obispos, tuvo que vencer oposiciones
originadas en el Vaticano. Esa tentativa de impedir la expresión de sectores
relevantes de la Iglesia latinoamericana, es una forma más del característico
“disciplinamiento” que pretende la cúpula vaticana, sobre el conjunto de la
Iglesia.
¿Qué
esperanzas se pueden alimentar entonces ante el nuevo Cónclave? El Superior
General de los jesuitas, P. Adolfo Nicolás sj, analizando el último Sínodo,
señaló la ausencia de la voz del Pueblo de Dios:“La
voz del Pueblo de Dios
no tiene ocasión de expresarse. Es un Sínodo de Obispos
y, por eso, no se cuenta con la participación activa del Laicado aun cuando un
número de expertos y "observadores" (auditores)
asisten como
invitados… Por eso era difícil evitar el sentimiento de que se trataba de una
reunión de "Hombres
de Iglesia afirmando la Iglesia",
lo cual es ciertamente bueno pero no precisamente lo que
necesitamos cuando estamos a la búsqueda de una Nueva Evangelización. Podemos
caer en el peligro de buscar "más de lo mismo" (Servicio digital de
información SJ, vol. XVI, nº17, 29 de octubre de 2012 ).
Sin duda, este
es uno de los puntos principales para que una renovación de la Iglesia haga
posible su acercamiento a un mundo en profunda transformación. [...]
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