quinta-feira, 13 de setembro de 2012

Donde estamos?


DONDE ESTAMOS?

                           José Marins

Un canal católico de TV está mostrando todo el clero de una diócesis, con su obispo, celebrando apoteóticamente la Eucaristía, en la Basílica Mariana Nacional. Atractivo espectáculo litúrgico coreográfico. Resuena el gran órgano con los himnos sacros. Desfilan los clérigos, debidamente ornamentados para la magnífica celebración. El arzobispo viene al final, con sus seminaristas convocados para la ocasión y el servicio directo del celebrante principal. Conmueve la devoción de los fieles. Nadie duda de que sea un momento especial de gracias y de pública demonstración de religiosidad. Seguro que el Espíritu de Dios estará actuando en los corazones. Se escuchará una homilía episcopal. Con mucha piedad se va compartir el pan y el vino consagrados. Los flashes de las fotos como que revelan una tempestad espiritual. Después de la misa por lo menos el clero con su obispo tendrán una foto colectiva y conmemorativa para figurar no próximo boletín arqui-diocesano. También un arqui-almuerzo digno de la ocasión. Y a llenar los buses y los carros para volver a casa.

   No hubo un momento para reflexionar  juntos sobre los más urgentes eventos que en estos días han abalado el país: en dos lugares, los “señores” de las drogas han torturado y masacrado a jóvenes indefensos e inocentes (que no hacían parte de ningún cartel, tampoco eran criminales). En otra arena, la nación está en vísperas de elecciones. Nadie identifica en la gran mayoría de los candidatos, propuestas en línea de una respuesta efectiva para el sufrimiento endémico causado por el desastroso sistema de salud, de educación, de habitación y seguridad. Toda esta gente, representativa de una fe con propuesta de un mundo mejor, según la proclamación por la cuál Jesús dio su vida, dejó pasar una extraordinaria oportunidad de levantar su voz profética y de orientación.

  El mismo esquema “pastoral” se repite a cada domingo, cuando los creyentes que todavía van a las Iglesias, se reúnen para cantar, escuchar predicaciones, recibir la comunión, cumplir con el precepto dominical y volver para el cotidiano de una vida orientada por la TV y las propuestas del consumo.

  Los momentos religiosos colectivos (en grandes o pequeñas arenas) no analizan a la luz de las propuestas evangélicas, lo que está pasando en la nación y en el mundo.

   Entonces la religión seguirá siendo desmoralizada por desinteresarse de la totalidad de las vidas humanas. Las periferias continuaran procurando simulacros de soluciones para sus problemas de salud, de miseria y de sentido para vivir. Otros muchos llenaran las playas o estadios alucinados por el espectáculo de sus clubs y héroes del deporte dominante, no importando que no pocos de los jugadores reciben salarios altamente inmorales en un mundo de pobreza. Están cada día más ricos e menos dignos de respeto por sus gestos públicos que revelan decadencia moral e irresponsabilidad social.

     Los cristianos, individualmente o como comunidad eclesial, ya no pueden aparecer en público solamente manifestando devociones (ciertamente sinceras), pero que son paralelas à vida atribulada de la gente, desfigurando al Jesús de los Evangelios. El mensajero de Dios que colocó en riesgo su vida por comprometerse con los marginados, los que sufrían todo tipo de opresión socio, político, cultural e religiosa.

       Cada gesto religioso, cada profesión de fe conlleva un compromiso de denuncia, convocación, orientación, esperanza para la sociedad en que estamos.

Es urgente que haya una revisión más a fondo de los momentos en que las convocaciones de fe reúnen a los bautizados. Hacia donde se mira? Cuáles son las señales de los tiempos que se pueden identificar? Hacia donde iremos? Con quienes? Que nos dice Dios en esta hora? Lo estamos escuchando? Entendiendo?

Obedeciendo?

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