segunda-feira, 24 de dezembro de 2012

CONCILIO TRAICIONADO? PERDIDO?


Giovanni Franzoni,

Observaciones del Abad Beneditino Giovanni Franoni, uno de los Padres Conciliares sobre algunos momentos y textos conflictivos del Vaticano II.
2011, Congresso Teológico en España 

  1. LA NOTA EXPLICATIVA PREVIA.

Cuando, en noviembre 1964, el Concilio finalmente se preparaba para aprobar solemnemente la Constitución sobre la Iglesia, el papa Montini obligó a añadir al texto una "Nota explicativa previa" al tercer capítulo de la Lumen gentium, precisamente aquel que afrontaba el tema de la colegialidad, o sea la relación entre el primado papal y el poder del colegio episcopal. La Nota reitera en modo exasperado el poder papal, dándole una interpretación que en perspectiva vaciaba de contenido la colegialidad episcopal que era afirmada en la Lumen Gentium (para ser preciso recuerdo que el texto conciliar no usa nunca el substantivo "colegialidad" sino que habla del colegio de los obispos). Esa repite cien veces que tal colegio no puede nada "sin su jefe", o sea, sin el Sumo Pontífice. Salvo excepciones, la Curia romana sostuvo siempre que la Nota previa era un acto del Concilio. Pero no es así, es un acto papal, responsabilidad plena de Pablo VI. El Concilio simplemente ha tomado nota, pero formalmente sin hacer propio el texto.

 

  1. LA MARIOLOGIA DE PAULO VI

“Siempre a propósito de la Lumen gentium: cuando se empezó a discutir el capítulo octavo, que habla de la Virgen María, el episcopado polaco - guiado por el cardenal Stefan Wyszynski- se batió enérgicamente para que en el texto la Virgen fuera proclamada "madre de la Iglesia". Un título que la mayor parte de los padres conciliares retenía teológicamente insostenible, puesto que preferían imaginarla "en" la Iglesia como discípula de Jesús, y no "sobre" la Iglesia. Los polacos insistieron, y los otros también. En conclusión, en el texto final, el discutido título no aparecía. En el discurso del 21 Noviembre 1964, el mismo día en que el Concilio aprobó solemnemente la constitución Lumen gentium, Paulo VI él proclamó la Virgen María "madre de la iglesia

 

  1. SOBRE EL CELIBATO DE LOS PRESBÍTEROS EN LA IGLESIA LATINA.

Cuando con el decreto Presbyterorum ordinis, en la cuarta sesión nos preparamos para discutir sobre el ministerio y la vida sacerdotal, se debía afrontar el problema del celibato obligatorio para los sacerdotes de la Iglesia latina. Surgieron intervenciones completamente favorables a mantener la ley en vigor, pero también alguna intervención que preveía la hipótesis de aquellos que más tarde serían llamados en latín viri probati, o sea hombres maduros, con una vida profesional hecha y padres de familia, que podrían ser ordenados sacerdotes.

            Estas intervenciones "progresistas", si bien raras, turbaron al papa que entonces escribió una carta al cardenal Eugenio Tisserant, primus inter pares del Consejo de presidencia del Concilio, pidiendo que informara a la asamblea que el pontífice se reservaba para sí la cuestión del celibato sacerdotal; así fue como la discusión del Vaticano II en el mérito fue truncada. Más tarde, en 1967, el papa Montini publicaba la encíclica Sacerdotalis caelibatus en la que rechazaba toda hipótesis de cambio de la ley en vigor.[1]

 

  1. CONTROL DE LA NATALIDAD

También sobre Gaudium et spes el papa hizo una intervención autoritaria que tuvo graves consecuencias. Cuando se discutió sobre los métodos moralmente legítimos para controlar la natalidad, numerosos padres - Suenens y Maximos IV entre otros - sostuvieron que a los cónyuges se les debía otorgar libertad de conciencia; tesis contradicha por padres menos numerosos pero más combativos. Decididos a reafirmar la Casti connubii, la encíclica con la que en 1930 Pio XI declaraba ser culpa grave impedir el normal proceso de procreación de un único acto conyugal, los padres "conservadores" se opusieron con todos los medios a las anunciadas aperturas y novedades. Los "progresistas" confirmaron - se había descubierto "la píldora" poco tiempo antes - que no era sabio oponerse a la ciencia, y emitir sentencias en campos tan opinables. Pareció claro que la gran mayoría del Concilio era favorable a la tesis "abierta". Intervino, entonces, Pablo VI reservándose la determinación de los medios moralmente lícitos para regular la natalidad. Lo hizo con la encíclica Humanae vitae, de la que hablaremos mas tarde.

 

  1. LA QUINTA SENSIÓN CONCILIAR

Recordaré, por último, que muchos padres, ya fascinados del debate conciliar, y cada día mas conscientes de la puesta en juego, esperaban que después de la cuarta sesión hubiera otras. Mas, abriendo aquella, el secretario del Concilio, monseñor Pericle Felici, después de haber explicado a los padres el programa de los trabajos, anunció que la cuarta sesión erit ultima, sería la última. Así, obviamente, lo había decidido Pablo VI, que temía que el alargarse del Vaticano II habría dado sombra a la autoridad papal. Así, lo que al iniciar la tercera sesión había sido solo una sugerencia ahora se convertía en una dura imposición.

 

  1. LA TIARA PAPAL

           

Montini no hizo solo estas intervenciones. Hizo otras y de distinta orientación. Aquí recordaré una, que me pareció entonces y me parece aun hoy de gran significado histórico, teológico y eclesial.

            Un obispo italiano intervino un día, observando que invocar una "Iglesia de los pobres" no decía nada nuevo ya que la Iglesia había sido siempre de los pobres. A continuación tomó la palabra Maximos IV Saigh que en una breve y seca intervención de respuesta dijo que era verdad que la Iglesia había sido siempre "para" los pobres, pero los había dejado siempre pobres. Y dado que estaba ya en auge un fuerte movimiento de rescate de la pobreza, el patriarca concluía diciendo que era oportuno que la Iglesia fuera "con" los pobres.

            Pues bien, pocos días más tarde, Maximos celebró en San Pedro una liturgia en rito bizantino; sentado en un pequeño trono colocado en la parte opuesta del crucero, Pablo VI asistía a la misa con la tiara en la cabeza. Al ofertorio el papa se quitó la tiara (aquella preciosa que le donaron los católicos milaneses cuando fue elegido papa en el 1963) se alzó, atravesó todo el presbiterio y la colocó sobre las rodillas del patriarca. Yo vi en este gesto - y estoy seguro que así lo entendía el pontífice - la decisión de concluir la era del poder temporal de los papas, un poder que estaba representado por una de las tres coronas de la tiara (dicha también por esto "trireino"). O sea, no era un gesto cualquiera, sino. más bien, una decisión estratégica meditada. Es necesario precisar que de hecho ningún papa después de él se ha presentado en público con la tiara en la cabeza. Se puede suponer que Pablo VI haya querido expresar algo sobre la eliminación definitiva de este arrogante símbolo de poder, también político, del papado.

 

  1. EL PRECIO POR BUSCAR MAYOR UNANIMIDAD CONCILIAR

Cierto, debemos admitirlo, el papa Montini se encontraba en una situación incomoda: debía intentar tener unido el Concilio, agitado por tendencias opuestas. Desde este punto de vista, se puede comprender su intento de hacer aguar los textos conciliares al punto de hacerlos aceptar por las minorías conciliares, firmes en posiciones eternamente conservadoras. Todavía, se debe destacar, a mi juicio, que a menudo su obra de mediación terminó por limitar o cancelar la libertad del Concilio y, sobre todo, difirió al futuro problemas que más tarde reventarían, provocando consecuencias desastrosas. Montini estaba obsesionado por la búsqueda de una unanimidad moral sobre todos los textos conciliares: noble propósito, que sólo habría adormecido, mas no cancelado, tensiones punzantes.

 

  1. DOS VISIONES ECLESIOLOGICAS EN LUMEN GENTIUM

En los textos conciliares - en particular en la Lumen gentium - se sobreponen dos visiones eclesiológicas: una, legada al Concilio de Trento y al Vaticano I que ve la iglesia como "sociedad perfecta", casi una pirámide con el romano pontífice en el vértice. Digamos, una visión jurídica de la Iglesia. La otra visión, al contrario, ve la Iglesia como "comunión", como pueblo en camino en la historia para anunciar el evangelio apretando las manos de todas las personas de buena voluntad, decidida a hacer su parte, sin pretender la primogenitura, para favorecer la paz y la justicia en el mundo.

 

Más que escoger entre estas dos visiones, el Concilio las sobrepone, las mezcla. Pongamos un ejemplo. En el primer esquema sobre la constitución de la Iglesia, preparado sustancialmente por la Curia romana, el segundo capítulo estaba dedicado a la jerarquía y el tercero al pueblo de Dios. Pero, al final, la Lumen gentium cambió el orden: el pueblo de Dios al segundo capítulo, la jerarquía al tercero. Pero mientras el segundo capítulo abre amplios horizontes y parece recalcar la eclesiología de comunión, el tercero tiene un sabor diverso, otro ángulo de vista, y está plagado de una visión jurídica. Por lo que, aun afirmando la colegialidad episcopal, la limita en todos los sentidos.

 

Por tanto, a pesar de que en las intenciones de Juan XXIII el Concilio hubiera debido tener solo objetivos pastorales, sin enfrentarse con problemas doctrinales y teológicos, en realidad esta representación de la Iglesia como "pueblo de Dios" y misión universal de salvación representó una verdadera revolución teológica. La Iglesia no seguía presentándose como una especie de "Arca de Noé" para la salvación de los predestinados, mientras todos aquellos que estaban fuera de la Iglesia eran considerados - la expresión es de S. Agustín - massa damnata, sino que se convertía en una comunión de discípulos llamados a anunciar el Evangelio a toda la humanidad hacia la salvación universal.

 

  1. LOS DOCUMENTOS – MÍNIMO O MÁXIMO?

Aparte de todo, los documentos conciliares están diseminados de limitaciones: los obispos podrán hacer, si el papa consiente... los laicos podrán hacer, si el obispo permite... Esto y aquello se podrá hacer pero solo si los tiempos lo permiten...

Con estas premisas, ¿qué sucede cuando los padres, terminado el Concilio, vuelven a casa? Algunos consideraban que cuanto era afirmado por el Vaticano II era el máximo que se podía conceder; y por tanto se aplicaron a terminar con toda perspectiva innovadora. Otros, por el contrario, eran del parecer de que el Concilio hubiese dicho el mínimo que se podía decir para que todos aceptaran, dejando después a las Iglesias locales dar ulteriores pasos hacia adelante. Los unos y los otros podían encontrar en los textos conciliares las frases que sostenían ambas tesis.

 

  1. LOS SÍNODOS EPISCOPALES  FUERZA O SUBSTITUTIVO PARA LA COLEGIALIDAD?

 

En su conjunto, la Curia romana bajo Pablo VI hizo todo el posible para normalizar la situación y de-potenciar el Concilio. En particular fue de-potenciada la actuación de la colegialidad episcopal: de hecho, el Sínodo de los obispos, instituido por el papa mientras iniciaba la cuarta sesión, y por tanto substrayendo al Vaticano II un debate sobre un argumento tan capital, no es una verdadera actuación de la colegialidad episcopal, (¡pensad que el motu proprio Apostolica Sollicitudo con el que el papa instituye el Sínodo no cita nunca la Lumen gentium!). Pablo VI concibe el Sínodo como un organismo para "aconsejar" al papa, que se siente libre de acoger o rechazar las propuestas de la Asamblea. Y, en la actuación práctica, las Asambleas sinodales han sido articuladas en modo de atenuar la libertad de los obispos, aunque a veces como en el Sínodo del 1971 que afrontaba el tema del sacerdocio ministerial, algunos padres tuvieron el coraje de hablar de argumentos tabú, como los viri probati, e incluso los ministerios femeninos.

 

Más aún: nada se ha hecho para concretar la afirmación conciliar de la Iglesia como "pueblo de Dios". Sería completamente lógico que puesta la premisa se hubiera creado una especie de Senado de la Iglesia católica, donde estuvieran representados obispos, sacerdotes, monjes, monjas, religiosos, religiosas, laicos, hombres, mujeres, para debatir juntos los grandes problemas. O, mejor, al lado de cada Conferencia episcopal (que reúne las Iglesias locales de una nación o de un territorio) debería existir este Senado, que enviaría un representante al Senado de la Iglesia católica.

 

 

Algunos padres "progresistas" sobre determinados argumentos, se revelaran "conservadores" sobre otros. El ejemplo más evidente fue el de los obispos estadounidenses, cerrados a temas como la pena de muerte o el armamento atómico y bien firmes sobre la autoridad monárquica del Papa, se rebelaron más tarde innovadores sobre el tema de la libertad religiosa (Objeto de la "Declaración conciliar" Dignitatis humanae) porque habían nacido y crecido en un país donde a los inmigrantes irlandeses, italianos, latino-americanos, aun siendo despreciados, les viene siempre reconocida la libertad religiosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Les contaré una experiencia personal. Cuando nos enteramos de la decisión del papa de reservarse la decisión sobre el celibato sacerdotal, un padre conciliar colombiano que estaba muy cerca de mi me dijo en italiano: "padre abad, yo tengo solamente ocho sacerdotes diocesanos, todos concubinos, ¿que debo hacer, echarlos todos a la calle y quedarme sin sacerdotes? Yo vine al Concilio solo por este motivo.." Yo, "moderado", intenté calmarlo diciéndole que esperaba que el Santo Padre hiciera su parte... Si el papa hubiera dejado plena libertad al Concilio, quizás se habría abierto la brecha hacia una reforma. Pero el papa decidió, y los padres conciliares no tuvieron el coraje de insistir para mantener la libertad de discutir sobre aquel espinoso tema.
 

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