En medio del "desierto espiritual"
de la sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana
como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de
reunirnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes,
en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre
con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y
esperanzas.
No lo hemos de olvidar. En los
evangelios no aprendemos doctrina académica sobre Jesús, destinada
inevitablemente a envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de
vivir realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de
vivir de Jesús. La doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús
sí.La experiencia directa e inmediata con el relato evangélico nos hace nacer a una fe nueva, no por vía de "adoctrinamiento" o de "aprendizaje teórico", sino por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana, no como deber sino como contagio. En contacto con el evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.
Recorriendo los evangelios experimentamos que la presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere rasgos humanos y recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir acompañados por Alguien que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto de la "nueva evangelización" consiste en ponernos en contacto directo e inmediato con Jesús. Sin él no es posible engendrar una fe nueva.
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